Nos abruma la fealdad
La Carrera ·
Lo pulido, lo liso, lo virtual y supuestamente 'correcto', son la seña de identidad estética de nuestra época.Alfredo Ybarra
Miércoles, 7 de octubre 2020, 00:17
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Lo pulido, lo liso, lo virtual y supuestamente 'correcto', son la seña de identidad estética de nuestra época.Alfredo Ybarra
Miércoles, 7 de octubre 2020, 00:17
El arquitecto, artista y escritor Oscar Tusquets en su libro 'Pasando a limpio entre diferentes reflexiones' presenta un admirable catálogo de ideas cardinales sobre arte y belleza. En el mismo muestra una lista de definiciones sobre la belleza. La primera corresponde a Rafael Sánchez Ferlosio, ... que dice: «No despreciéis el poder de la fealdad, porque es la puerta de la estupidez y esta a su vez de la maldad». Y es que es preocupante la general fealdad sin sentido que nos rodea, tanta estridencia y asonancia banales, tanta vulgaridad y amorfía, el abandono, la sordidez más o menos disimulada, la impostura revestida de precepto. Mientras, el sentido estético formado, reflexivo, trascendente, polifónico, va desapareciendo a marchas forzadas. Lo pulido, lo liso, lo virtual y supuestamente 'correcto', son la seña de identidad estética de nuestra época. Son lo que tienen en común el arte kitsch, los smartphones o la depilación. Es la exaltación de lo pulido, de lo 'mono', de lo raso y homogéneo sin vértices, sin demasiadas interrogantes. Y lo 'bello' digital constituye un espacio pulido y liso de lo igual, un espacio que no tolera ninguna extrañeza, ningún debate, ningún ponerse delante de lo otro. Lo bello natural se ha atrofiado en lo liso y pulido de lo bello digital.
Hoy nos hallamos en una crisis de lo bello que se desvirtúa, convirtiéndose en objeto del 'me gusta', en algo demasiado inicuo, que se mide por su inmediatez y su valor de uso y de consumo. «Así como la belleza abre el horizonte, iluminando de repente lo que existe con otra luz, la fealdad reduce, rebaja y paraliza hasta hacer desaparecer toda perspectiva, como una suerte de reclusión que incita al servilismo». Es una contundente conclusión de la filósofa y artista Annie Le Brun, que resume el feísmo que impera en nuestra sociedad, en nuestra contemplación de la vida. Según la tradición metafísica, lo feo era algo que carecía de realidad propia. Hoy lo asociamos con aquello que repele, que desagrada, que provoca rechazo, una expresión y una contemplación fruto de lo insustancial, de la sandez. 'Pensemos en el infierno' de El Bosco, en 'El grito' de Munch. Recordemos cómo el establecimiento de la vida en las grandes ciudades, la irrupción de la fotografía, las vanguardias, o el diseño industrial transformaron lo feo en bello. En la propia fealdad hay cierta categoría estética que tiene discurso y propuesta artística. Pero una cosa es provocar desde lo feo una tensión catártica y otra es ensalzar el mal gusto simplemente por mera estupidez zafia. Y no me olvido de que fueron tres brujas, las de Macbeth, quienes gritaron aquello de que «lo bello es feo, lo feo es bello».
Pero cuando hoy asistimos en todo a un espectáculo tan vulgarmente feo, recuerdo que Dalí dijo: «Senté la fealdad en mis rodillas, y casi inmediatamente me cansé de ella». Se está perdiendo la dialéctica que nos acerque a lo sublime. Y muy lejos nos queda la frase de Constantin Kavafis: «Contemplé tanto la belleza, que mi vista le pertenece». La fealdad nos abruma con su mentira. Y sentir lo bello es comprender la certeza.
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