Esta semana, última del año, va a tocando a su fin, con ella también se termina 2021, y como dice esa famosa canción de Mecano, cinco minutos antes de la cuenta atrás, hacemos balance de lo bueno y malo, pero no en la Puerta del ... Sol, como continúa diciendo la canción, sino en cualquier lugar o rincón que nos encontremos, hacemos ese balance que nos dice la canción, recodando en esos pocos minutos que ha sido para cada cual el año que no se nos termina irremediablemente.

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Hacer un recuento de los 365 días recién terminados, fijar propósitos o resoluciones para los nuevos días que comienzan (adelgazar, conseguir mejor trabajo, viajar, ser más amable…) o agradecer: son pensamientos que suelen surgir durante el periodo en que finaliza un año y comienza otro. A unas personas más a otras menos, brotan las chispas de repasar después de terminar algo y de imaginar antes de comenzar otra etapa, de la que poco sabemos, pero que la mayoría de la veces venimos a pedir que el año que entra sea mucho mejor que el que estamos dejando atrás, aunque no haya sido tan malo.

Estos últimos días del año son protagonistas de autocríticas, análisis y proyecciones. Mentalmente se repasa aquella lista de proyectos y cuentas pendientes que había que cumplir durante el año que termina. Lo que alcanzamos, lo que hubiéramos querido realizar; pero no pudimos o no quisimos, los frustraciones propias, las ajenas, las del país. El último respiro del año parece ahogarnos en autocríticas severas y recriminaciones interminables, La vida real no es como en las películas donde en dos horas pasa de todo, sino que las cosas transcurren más lentamente de manera progresiva y a veces hasta desapercibida.

La tradición cultural de realizar la autocrítica de fin de año parece indicar que el balance siempre está teñido de rojo y además, lo positivo se ve diluido en el marco de una sensación general de vértigo que imprime esta altura del año. Quizá éste no sea el mejor momento para una reflexión clara cuando el contexto es el siguiente: días intensos de cierres de balances en el trabajo, reuniones de evaluación, cierres de presupuestos para el ciclo próximo, presentación de informes, exámenes finales, miles de encuentros y eventos sociales a los que prometimos ir y además, el caos de las compras para las fiestas y, si éstas se realizan en su casa, cocinar y organizar los preparativos para el 24, 25, 30 o 31 de diciembre.

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Diciembre es el mes perfecto para pararse un rato a reflexionar sobre las cosas más importantes que han pasado durante el año y sobre las que se quieren cambiar de cara al año siguiente. Los días son cortos y pasan rápido, las noches son largas y la oscuridad, el frío y la lluvia invitan a quedarse en casa más de lo habitual. Pensar y reflexionar no es malo y veces nos sirve para poder, ver lo que nos ha ocurrido y poner el remedio suficiente para que no nos vuelva a ocurrir.

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