
Ciudadanos de segunda
Lo de hoy es más de lo mismo, un lejano retrato de aquel taxista converso mofándose de los andaluces.
Adela Tarifa
Jaén
Jueves, 10 de abril 2025, 00:20
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Adela Tarifa
Jaén
Jueves, 10 de abril 2025, 00:20
Han pasados décadas desde que padecí en sangre propia la xenofobia del catalanismo independentista, enfermedad contagiosa e incurable. Fue cuando hacia mediados de los 70 ... del pasado siglo viajamos a Barcelona con motivo de la boda de mi hermano. Íbamos juntos en un taxi mi marido y yo con mis tíos Conchita y Pepe, hermano él de mi padre, que por entonces era médico en Valor, pueblo de la Alpujarra famoso por ser la patria del rebelde Aben Humeya.
Como el trayecto a la iglesia era largo, hablábamos de anécdotas familiares. Cuando mi tía, al hilo de sus recuerdos, mencionó el nacimiento de Sonia, su quinta y última hija, intervino el taxista sin que nadie le diera vela en el entierro. Con risita guasona y aire de superioridad étnica dijo en tono burlón: «Se nota que son andaluces en eso de tener tantos hijos». Fue como una bofetada, que resumía lo que sobre los andaluces había escrito el ladrón de Jordi Puyol, afirmando que somos un pueblo «medio hecho», seres nacidos para echar hijos al mundo que sirvan de mano de obra barata a señoritos catalanes. Seres de segunda.
Esos textos racistas del sinvergüenza 'honorable Puyol' no los conocía entonces. Sí sabía, por algún vecino emigrado a Cataluña en los 50 lo mal que lo pasó allí en sus primeros años, compartiendo un cuartucho con varios paisanos que trabajaban en la misma 'obra'. Nosotros, naturalmente, dimos réplica a aquel taxista, sin duda hijo de inmigrantes; un 'charnego' xenófobo y maleducado que se había convertido en converso catalanista de fidelidad canina. Personaje retratado en una brillante obra escrita bajo seudónimo, titulada 'Cataluña para Marcianos', cuyo protagonista es 'don Cucufate', servil chófer de un catalanista- trasunto del indecente Puyol- , al que el autor del libro hizo nacer en Guarromán, tierra por cierto de colonos. Si no la han leído, búsquenla.
Aún recuerdo que aquella burla del taxista hacia mis tíos me dolió. Desde entonces supe que aquella manada de buitres cargados de odio hacía al resto de España iba a multiplicarse, alimentada por nuestros gobernantes, y antes por el dictador Franco, que favoreció su despegue económico en detrimento de otras regiones. Grave error. Porque el nacionalismo nunca se frena con chantajes. Ya vimos a Hitler.
Por desgracia han faltado catalanes valientes implicados en atajar esta podredumbre. Aunque algunos hubo, como Serrat, quien compuso baladas tristes sobre la vida que llevaban allí los inmigrantes explotados. Entre los discos de vinilo que conservo de este cantautor, que comprábamos mi marido y yo cuando con el sueldo de interinos apenas llegábamos a fin de mes, recuerdo una canción dedicada a los obreros que cada mañana iban 'la obra' en su 'movilet', con la fiambrera para almorzar en el andamio, soñando con hacer 'la baca' al capataz que les atosiga, otro 'don cucufate' que renunciaba a sus orígenes por un plato de lentejas del patrón.
O sea, como esos los siete votos que mendiga el gobierno ahora a Puigdemont. Serrat describe el único sueño de aquellos albañiles andaluces o murcianos: que les toque 'un catorce' en las quinielas. Respecto a sus hijos, pocos volvieron a su tierra nativa y muchos resistieron sometidos a la dictadura del silencio, o se hicieron conversos. Finalmente están los conversos de hoy, se está viendo, cuyo ascenso consiste en inventar limpiezas de sangre que les hagan 'catalanes viejos'. Es lo mismo que aquellos los judeoconversos del ayer para eludir la Inquisición, siendo luego algunos furibundos perseguidores de sus ancestros. Recordemos a Torquemada, inquisidor general, de ascendencia judía. Y a Puigdemont, con raíces familiares de 'sangre no pura' en La Carolina. Lo más triste es que tras demostrarse las 'puyoladas', se gran mayor latrocinio político, todavía no hemos visto a este delincuente, ni al de Waterloo, pisar el trullo.
Lo de hoy es más de lo mismo, un lejano retrato de aquel taxista converso mofándose de los andaluces. Así lo volví a comprobar cuando visité Lérida en una reunión de trabajo que tuvimos poco antes del golpe de estado independentista. Regresé a casa con la certeza de lo que iba a pasar a tenor del ambiente que se respiraba en esa ciudad, y no digamos en los pueblos limítrofes, empapelados de proclamas independentistas. Recuerdo que allí acudíamos responsables de centros de estudios locales de España que, lógicamente, no leíamos bien en catalán. Sin embargo el regalo institucional que recibimos fueron libros de carísima edición, todos en catalán. Pesarían 50 kilos. Supe luego, hablando con muchos colegas, que nadie cargó con tal propaganda independentista. En los hoteles los equipos de limpieza echaron a la basura cientos de libros de lujo pagados con dinero público.
Por eso no entiendo a los que hoy se asombran porque la parlamentaria representante del prófugo catalán se niegue dar una rueda de prensa cerca de la bandera española. Es lógico en el partido del delincuente fugado, y es natural que este artista del chantaje exija a Sánchez que no le mande inmigrantes, porque son como los andaluces, de segunda. Y el control de frontera, saltando la Constitución, humillando a todos los españoles. Tonto es quien se extraña y traidor quien lo favorece. Es que la condición del escorpión es picar.
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