Mi Papelera

Exprópiese!... y okúpese

Me despedí de aquella pasajera al llegar a la estación de Úbeda, pero no olvidé su drama ni el de los que como ella se han visto obligados a huir de un régimen de terror, (...)

Adela Tarifa

Jueves, 7 de noviembre 2024, 00:19

Han pasados muchos años, veinte quizás, desde que en un viaje de autobús desde Jaén a Úbeda coincidí con una pasajera que tenía como destino otro pueblo. Era una mujer joven y comunicativa, médico rural, que trabajaba por aquí. En menos que canta un gallo ... me estaba contando su peripecia vital. Entonces me parecía kafkiano su relato; solo cuando la vi llorar empecé a creerla.

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Me puso los pelos de punta saber que venía huyendo de la Venezuela de Chaves. En Venezuela tenia al resto de la familia, que el dictador utilizaba contra los que escapaban como escudo humano. Me detalló cómo actuaban allí los sicarios chavista, y que la pobreza se extendía como una mancha de aceite en un país que nada en petróleo. No entro en detalles que me contó porque lo que entonces me parecía increíble hoy lo dan cómo cierto hasta las ranas de los charcos. Solo algunos políticos beneficiados por aquel sistema podrido les apoyan, espacialmente los de Pablo Iglesias II, estalinistas a fin de cuentas que niegan la obviedad porque ellos no reconocen más propiedad privada que la suya y ven licito que el Estado anule la libertad y la dignidad humana.

Me despedí de aquella pasajera al llegar a la estación de Úbeda, pero no olvidé su drama ni el de los que como ella se han visto obligados a huir de un régimen de terror, caldo de cultivo perfecto para que la corrupción política lo inunde todo. Algún tiempo después de ese viaje fue cuando vi en la tele la imagen de aquel sátrapa venezolano señalando con el dedo un edificio y lazando la palabra con la que pasará a la historia: ¡exprópiese! Para entonces cientos de empresas habían huido antes de ser expropiadas y la pobre gente sin medios para escapar de ese lodazal vagaba por supermercados vacíos buscando algo que echarse a la boca. Respecto a la sanidad de allí, horror da pensarlo. Me contó esta mujer con la que viajé que un médico apenas ganaba para dar de comer a su familia, si encontraba algo que comprar. Solo el terror, como en tiempos de Stalin, como hoy lo aplican regímenes comunistas tipo Corea del norte, sin olvidarme de Cuba, hace que la gente resista con la boca cerrada y el estómago vacío. Porque la muerte de un dictador no soluciona los problemas: siempre hay un acolito para sustituirlo. Eso es Maduro, el acolitillo de Chaves.

Al menos España acoge a esos hijos de la madre patria que alguna vez tienen que salir huyendo de los tiranos; es su obligación (...)

No hay solución para Venezuela. Lo hemos visto en las pasadas elecciones fraudulentas, y en el modo en que obligaron a firmar la validez de aquello al ganador de los comicios, bajo la mirada de ZP. Qué vergüenza. Al menos España acoge a esos hijos de la madre patria que alguna vez tienen que salir huyendo de los tiranos; es su obligación, por más que desde muchos países como Méjico nos lances improperios a cuenta de la conquista española. Pero ¿cuántos años han pasado ya desde su independencia? Van cada vez peor ahora que no forman parte de España. Lo que pasa es que no hay nada como crear un enemigo exterior para desviar la atención de los genocidas que se tienen dentro. Eso los políticos lo saben, como lo de repetir una mentira mil veces hasta convertirla en verdad.

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Hoy, si me volviera a encontrar a aquella pasajera, le pediría disculpas porque no capté bien su advertencia cuando me dijo que lo de Venezuela era exportable. Es que hay veces que una palabra dice más que un libro de mil páginas. Y aquel 'exprópiese' de Chaves es semejante a este 'okúpese' que se práctica en España, sin que haya un partido político decente que cambie normas que legalizan el robo de la propiedad privada. ¿Hasta cuándo vamos a tolerar leyes de este tipo? ¿No nos damos cuenta que son como las de Venezuela?

Es que este verano he visto como en mi pueblo, Cádiar, de la Alpujarra, una pandilla de marroquíes entraban a las bravas en una casa del centro que tenían en venta. Allí se instalaron tan panchos, encendieron luces y televisores ajenos, se acortaron en camas de otros, usaron su nevera y sus ropas, y cuando les apetecía se iban al bar cercano a tomar algo. Nadie les dijo ni pio. Yo pregunté a los vecinos de la casa ocupada y me contaron que llamaron a la Guardia Civil, que vinieron, pero de nada sirvió. Porque los okupas decían a voces que no se iban porque les protegía la ley española. Volví al pueblo al cabo de un mes, y allí seguían, gratis total. Lógicamente, los que pretendían vender algún otro inmueble había quitado el letrero para no dar pistas a ladrones amparados por la ley española. Los únicos que hicieron su agosto en el pueblo, nunca mejor dicho, fueron las empresas de seguridad que instalan alarmas. Otro recibo que pagar hasta que lleguen las siguientes elecciones y volvamos a votar como borregos al matadero. ¿O no? Usted decide…

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