Mujeres-incubadoras
Por mucho que avance la ciencia, embarazo y parto son circunstancias traumáticas.
ADELA TARIFA
Jueves, 8 de junio 2023
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ADELA TARIFA
Jueves, 8 de junio 2023
Hoy tocaba hablar de elecciones. Pero no estoy motivada para tratar temas de corto recorrido. Aunque, la verdad sea dicha, la mayoría de los temas que abordan las redes sociales tienen recorridos brevísimos. Incluso cuando se trata de asuntos de trascendencia extraordinaria. Es el caso ... de lo que atañe a derechos humanos. Es que hoy a las grandes palabras se les cambia el significado a gusto de quien gobierna. Por ejemplo, libertad significa hacer lo me da la gana, y tolerancia, tolerarlo todo. Grave error. Yo, por ejemplo, no tolero que los violadores salgan a la calle antes de lo que les toca, aunque sea legal. Tampoco veo bien que en cuestión de embarazos las mujeres podamos hacer con nuestro cuerpo lo que nos apetezca, porque es un tema que afectan a los que no pueden defenderse, los niños. Salvo en supuestos lógicos. Lo que hay que hacer es evitar embarazos no deseados. También algunas mujeres nos humillan a todas vendiendo su cuerpo. Eso es la prostitución, pagar por el cuerpo ajeno para lograr placer propio. Por eso tampoco estoy a favor de que se compre el útero de una mujer para gestar niños ajenos. Porque nos convierte en máquinas incubadoras, un úteros andantes. Al margen de otros argumentos.
El mediático caso de Ana Obregón es solo la punta del iceberg, pero levantó ampollas porque este personaje, y sus circunstancias, tiene la dosis de morbo que el populacho necesita para no aburrirse. Desde luego no es baladí que la madre-abuela de un bebe, gestado en el vientre comprado a una mujer necesitada, tenga casi 70 años. Ni que para tal gestación 'Anita la fantástica» recurra al esperma de su hijo difunto. Dice que fue deseo del muerto que quería perpetuarse, y le daba igual que su hijo no lo conociera. Cuentan que la artista declaró que esta criatura viene al mundo para no sentirse sola ella. Aunque la niña tiene todas las papeletas para saber pronto en qué consiste la soledad. Así, como a Anita le sobra el dinero, llevaba hechos ya varios ensayos para que le naciera un hijo-nieto. Al fin el feto pudo desarrollarse en el útero alquilado a la mujer–incubadora elegida. Un culebrón, vamos. Lo que no sé es de quien eran los óvulos. Es que veo poco la tele.
Lo que sí es seguro es que a la bebita de Anita nadie le ha preguntado si le apetece venir al mundo ya huérfana. Yo me pongo en la piel de la criatura y digo que mejor se abstengan. Porque terror me da imaginar qué habría sido de mí sin mis padres; y sin una abuela que tanto pude disfrutar cuando yo tuve uso de razón y ella edad adecuada. Es que mi abuela alcanzo a jugar con mi primer hijo. Eso sin imaginar los comentarios que correrían en la escuela sobre mi alucinante historia. Seguramente todas mis amiguitas sabrían que la madre que me parió fue una cubana que se ganaba la vida fabricando niños de otros. Que esta madre-incubadora ya tenía hijos que crecieron en su vientre, como yo; pero a los que sí quería; hermanos de vientre a los que yo no pude conocer. Todo esto lo imagino, y sé que si yo fuera esa bebita no pararía hasta atar todos los cabos de mi pasado, leer mi contrato de gestación y conocer a esa otra familia que forman mi madre de útero de alquiler, mi madre biológica de ovulo y mis hermanos de ambas. Es solo una de mis reflexiones ante el tema.
Opino que lo que más cuenta aquí es imaginar la alta fortaleza mental que necesita una criatura para aceptar que siempre será rara respecto a los demás. Para asumir que su madre-abuela tendrá 80 años cuando vaya ella a primaria, y que acaso entonces será la niña la que tenga que cuidar a esa viejecita mama- abuela. También sabrá que, cuando ella sea madre, le faltará el apoyo de la suya, y a sus hijos, el cariño de una abuela.
Este es solo un lado inquietante del asunto. Hay más. Por ejemplo, según los argumentos que conocemos, solo los ricos pueden mitigar su dolor por la pérdida de un hijo fabricándose otro en el útero de una mujer pobre. Si en remotas épocas los ricos se hartaban de comer y los pobres morían de hambre, ahora los pobres mueren de pena al perder un hijo y los ricos se compran un nuevo amanecer a costa de mujeres necesitadas que incluso arriesgan su vida para hacerlas felices. Pues, por mucho que avance la ciencia, embarazo y parto son circunstancias traumáticas.
Miremos en este conflicto, porque el folio se acaba, el papel de mujer- incubadora. Si encima el ovulo lo pone ella, me recuerda a técnicas que se usan con animales, fecundando yeguas para vender potrillos al mejor postor. Sí, me cuesta imaginar que pueda existir mujer normal capaz de tener en su vientre durante nueve meses a un niño y verlo nacer sin desear quererlo. En definitiva, para mí esto es un retroceso en el lento camino para dignificar la imagen de la mujer. Solo se podría plantear científicamente una práctica así en situaciones puntuales extraordinarias, nunca con prestación económica. Antes está la adopción. Y siempre priorizando la felicidad del niño. Qué asco de dinero, Dios.
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