La tragedia de la residencia de mayores de Moncada (Valencia), con seis muertes y varias hospitalizaciones, vuelve de nuevo la mirada hacia la indefensión y la impotencia extrema en que pueden llegar a encontrarse personas con movilidad reducida y sobre todo grandes dependientes en cualquier ... situación de crisis. Un incendio focalizado en una habitación fue suficiente para acabar con la vida de quienes dormían en ella y con la de residentes próximos, extendiendo el pavor a toda la residencia. El trágico accidente hace inevitable recordar los estragos que las primeras olas de la pandemia causaron entre los mayores institucionalizados, y que esta sexta ola continúa prolongando. Brotes de covid-19 que demasiadas veces acabaron infectando a casi todos los integrantes de la comunidad residenciada, a mayores y trabajadores. Mientras administraciones públicas y sociedad metabolizaban lo ocurrido como si se tratase de una fatalidad ineludible al final de la vida. En España hay cerca de 400.000 plazas distribuidas entre 5.500 residencias de mayores. A una media próxima a las 80 plazas de la residencia de Moncada. El monto total multiplica casi por tres las camas hospitalarias públicas y privadas. Pero no son suficientes ni para cubrir las necesidades ni para atender la demanda existente. Aunque es muy probable que esta última se retraiga a causa de las vicisitudes de la pandemia.
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Las instituciones concernidas siguen evitando analizar mediante una investigación independiente las fallas del sistema residencial y del entorno socio-sanitario en cuanto al cuidado de los mayores. Se ha abordado el impacto de la crisis epidémica en las residencias como si se tratara de un episodio circunstancial que no volverán a conocer sus actuales gestores. Hasta el punto de que se ha dado pábulo a una revisión imposible del paradigma residencial, con ideas tan sugerentes como inviables. La continuidad de las personas mayores y de sus cuidados en sus propios domicilios, con lo que el erario cree poder soslayar costes que asignaría al peculio privado en cuanto a la adecuación del entorno físico y a la contratación de servicios. O el diseño de residencias para entre veinte y treinta personas, como si ello fuese económicamente más factible para las arcas públicas o más atractivo para una iniciativa privada solvente en cuidados. La mayoría de las residencias que sucumbieron en la pandemia eran más pequeñas que la media. Y muchos mayores enfermaron y murieron en la soledad de sus casas.
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