Las viejas agendas
Alberto Granados
Lunes, 30 de diciembre 2024, 23:13
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Alberto Granados
Lunes, 30 de diciembre 2024, 23:13
Entre los testigos mudos de nuestro pasado está ese pequeño montón de viejas agendas que guardamos en un cajón y que de cuando en cuando, de manera inopinada, surgen para darnos un golpe en la conciencia de nuestro ayer, para contarnos quiénes y cómo fuimos. ... Nunca nos hemos decidido a deshacernos de ellas porque son el mudo notario que nos recuerda quiénes fuimos, qué amigos tuvimos, qué teléfonos marcábamos con la obsesiva frecuencia de los enamorados, a qué direcciones postales enviábamos nuestras cartas y postales, qué esquinas marcamos como un territorio propio de espera en el mapa de nuestra vida.
Siempre pretextamos que solo las conservábamos por si algún día necesitábamos reencontrarnos con alguien de nuestro pasado, ese pasado lleno de situaciones que hoy nos avergüenzan, nos confunden o nos traen recuerdos ambiguos.
La realidad es que los teléfonos anotados en mis viejas agendas no sirven desde hace muchos años; que las situaciones que asocio a la época de cada agenda están superadas o no cabe posibilidad de arreglarlas; las direcciones postales ya solo están habitadas por viejos fantasmas y por gente desconocida que ha llegado mucho tiempo después de que nosotros desapareciéramos de esos domicilios, de esas experiencias, de aquella vida, de la que han pasado, y eso es lo que nos cuentan en secreto las agendas, varias décadas.
Cualquier tarde, buscando otra cosa, abres un cajón y atadas con una vieja cinta, aparecen. No te resistes y les echas un vistazo: aquella chica que te gustó y se fue del pueblo ni recuerdas adónde; teléfonos que usaron un sistema de marcación en desuso desde hace más de 30 años; nombres que ni siquiera reconoces; casas que se vendieron cuando la familia amiga se mudó a la ciudad… y te ves a ti mismo con 40, 50 o 60 años menos, hecho un adolescente fervoroso de hormonas, esperando ver pasar a la chica que te gustaba (a mí me gustaron demasiado demasiadas), a los amigos que tenían tus mismas rutinas y tus mismos horarios, y se te forma un nudo en la boca del estómago al recordar la necesidad de irte para siempre de aquel pueblo que, aunque era el tuyo, te asfixiaba y te sientes culpable de haber dejado atrás tantos fragmentos de quien fuiste, de quien crees haber superado, casi olvidado, si no fuera por haberte encontrado con las seis o siete agendas viejas, llenas de nombre de amigos y familiares que ya no están.
Es el momento en que piensas en tirarlas, el mismo momento en que, inexplicablemente decides dejarlo para otro momento y haces de nuevo el atado con las pequeñas libretas para unificar los datos y arrojar tu pasado a la basura en un momento más adecuado, un momento que, lo sabes perfectamente, no va a llegar hasta que alguno de tus hijos las tire a la basura cuando ya no estés aquí. Es la resistencia del pasado a desaparecer, a hacer borrón y agenda nueva.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
España vuelve a tener un Mundial de fútbol que será el torneo más global de la historia
Isaac Asenjo y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.