Según los expertos en nadie sabe exactamente qué, hoy es el día más penoso y angustioso del año, el llamado Blue Monday. Blue por triste, no por azul. Según los algoritmos más tendenciosos, por trendy, no por ideología; hoy se da la tormenta perfecta para ... que el día sea una mierda. Este lunes se juntan la cuesta de enero, el frío ambiente y nuestras tarjetas congeladas, la temprana oscuridad, la añoranza de la Navidad, los kilos de más y los billetes de menos, la lejanía de la primavera y que es lunes… ¿Quién lo soporta?
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Les confieso que el año pasado, el 'joío' Blue Monday me pegó fuerte. Me eché a las calles después de comer para caminar, que teníamos toque de queda. Lloviznaba y no había un alma en el Zaidín. ¡Foh! Acabé yendo a comprar quesos granadinos… y un bollo de chocolate que me diera subidón. ¡Para lo que hemos quedado!
Hay que blindarse hoy. Lo mejor sería verse con unos amigos para meterse una ardiente Olla de San Antón entre pecho y espalda y que salga el sol por Antequera.
La amistad es el mejor antídoto contra la tristeza del ambiente. Pero los algoritmos no son tontos y saben que es difícil quedar un lunes. Por eso, mejor preparar un plan de contingencia.
Por ejemplo, desayunarse un chocolate con churros o tomarse unos bombones después de comer. Leer un buen tebeo en la sobremesa, de Asterix, Blacksad o Tintin. Dejarse una buena película para la noche y prepararse su plato favorito para cenar.
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En ese sentido, y dado que ayer se celebró el Día Internacional de la Croqueta, voy a elevar una petición a las autoridades mundiales encargadas de velar por estas cuestiones: ¿y si cambiamos la efemérides croquetil del 16 de enero, tal y como está fijada, al lunes en que caiga el Blue Monday? No se me ocurre un mejor antídoto contra la tristeza que un plato de croquetas. De verdad. En serio. No se puede estar de bajón frente a una croqueta de pollo o pringá. De bacalao o morcilla. ¡Hasta de chocolate las he visto este fin de semana!
Otro buen antídoto antitristeza es pensar en esas personas que están peor que nosotros. Djokovic, por ejemplo. Y por extensión, Serbia y todos los serbios que en el mundo son. Qué parraque, los pobres. O los políticos del PP a quienes esta semana toque posar entre cerdos amontonados y sus pestilentes purines. ¿Ven como tampoco es para tanto lo del Blue Monday de las narices?
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