Alejandra Pizarnik.

Alejandra Pizarnik, el verso y el vértigo

Tribuna ·

«Hay que llorar hasta romperse para crear o decir una pequeña canción, gritar tanto para cubrir los agujeros de la ausencia…

ANA MORENO SORIANO

Jaén

Domingo, 27 de junio 2021, 00:36

La poeta argentina que decidió abandonar la vida cuando solo contaba treinta y seis años, se ha ido agrandando con el tiempo y se ha convertido en una referencia literaria para estudiosos, estudiantes y para cualquier persona que se acerca a su obra y descubre ... el profundo dolor que la traspasa, pero también todos los sentimientos que ese dolor es capaz de engendrar: la muerte, el miedo, la soledad que debería tener alas de pájaro, la memoria…, todo ello convertido en imágenes magníficas -soles negros, paredes que tiemblan, flores sin corazón, noches como gritos y caminos del espejo- que expresan las contradicciones de su alma torturada.

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La editorial Huso ha hecho realidad un sueño, según palabras de la editora Mayda Bustamante, porque autoras de distintos países unen sus ensayos literarios y sus textos narrativos para hablar de la poeta argentina en el libro Alejandra Pizarnik y sus múltiples voces, en el que '85 voces amigas se abrazan al privilegio de celebrar tu 85 aniversario', como dice el subtítulo. Son casi quinientas páginas que nos acercan a la poeta argentina, con testimonios de su hermana Myriam, recuerdos de familia plasmados en fotos de la pequeña Buma -el nombre con el que la llamaban de niña-, preciosos relatos y poemas en los que laten una presencia y una ausencia llenas de interrogantes, del deseo de leer y releer su obra, y también de recuperar su importancia literaria más allá de su vibrante poesía, porque en los distintos textos que han ido apareciendo en todos los años transcurridos desde su muerte, se revela como una excelente autora de textos narrativos, dramáticos y de ensayo que, junto a sus cartas y diarios, forman un complejo y vasto corpus de escritura en el que Cristina Piña, autora de numerosos libros sobre Pizarnik, señala sus muchas voces, todas ellas transgresoras y abiertas a nuevos caminos en la producción literaria.

Fanny Rubio aporta un ensayo cuyo título es tan brillante como expresivo, 'Alejandra Pizarnik: la obstinada endechadora'. Efectivamente, su poesía es un llanto, porque «hay que llorar hasta romperse para crear o decir una pequeña canción, gritar tanto para cubrir los agujeros de la ausencia…». Como hizo Janis Joplin, la cantante de rock que también decidió abandonar su lucha con la vida y a quien la poeta dedicó estos versos. Fanny Rubio la sitúa en París, donde el movimiento surrealista elabora, en los años sesenta del siglo pasado, un nuevo Manifiesto que sigue reivindicando la revolución en el arte y la poesía como forma de conocimiento, pero también el compromiso y la exigencia de la revolución política. De todo esto hablaría Alejandra con sus amigos -Octavio Paz, Julio Cortázar…- pero ella, que conocía toda esa efervescencia cultural, se siente cada vez más aislada y metida en sí misma, no deja que penetre en su interior la voz colectiva, esperanzadora en momentos cruciales, y opta por seguir indagando de forma obsesiva en las palabras y en las imágenes que le devuelven una y otra vez su propia voz, lo único que tiene: «Mi última palabra fui yo, pero me refería al alba luminosa».

Marifé Santiago Bolaños escribe un precioso relato, recordando el coloquio internacional sobre Alejandra Pizarnik que tuvo lugar en Israel, en marzo de dos mil diecisiete; cuenta que la poeta llama desde Buenos Aires a su sobrina Sandra y le dice que celebrará en París su cumpleaños y allí la encontramos en el texto de Marifé Santiago Bolaños, el pasado veintinueve de abril, visitando la tumba de su amigo Julio Cortázar en Montparnasse, para decirle que no murió… Y pensamos que es verdad, que sigue viva, porque seguimos leyendo su obra y descubriendo en el libro citado, la voz personalísima de una poeta que dio el salto desde sí misma, para llegar al fondo del fondo.

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