Alerta tsunami
Puerta Real ·
El mar empezó a moverse de manera un tanto extraña y la tempestad arreció. Los surfistas casi desaparecían por la agitación espumosa de las olasPuerta Real ·
El mar empezó a moverse de manera un tanto extraña y la tempestad arreció. Los surfistas casi desaparecían por la agitación espumosa de las olasCuando acaba agosto, muchos intentamos dar respuestas a las preguntas que nos hemos hecho sobre la vida, aprovechando que hay una especie de paralización social, para todo aquello que no tenga que ver con las vacaciones. Esto en un nivel muy de andar por casa ... pues, si hacemos una inspección, notaremos que muchos acontecimientos de gran trascendencia, incluso mundial han ocurrido precisamente en agosto. Este año han sido numerosos y no se ha necesitado recurrir a aquel mito periodístico de las llamadas serpientes de verano, que eran noticias poco relevantes pero que, a falta de otras, los periódicos les daban una importancia desmesurada, a veces rondando las 'fake news', como se dice ahora.
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Aun así, la actualidad granadina agosteña ha cumplido con lo que se esperaba de ella, es decir, una agenda previsible, que va desde los temibles incendios forestales, hasta la incidencia del coronavirus, pasando por los conatos de fiestas, con los protocolos anticovid a flor de piel. Pero ha habido una noticia inquietante, acompañada de los aún más inquietantes comentarios de los expertos. Me refiero a los terremotos de bastante intensidad que se registraron el pasado sábado en el mar de Alborán, a una profundidad de cinco kilómetros y se sintieron en muchas localidades granadinas, malagueñas, melillenses y almerienses.
Era el sábado pasado a mediodía. Estábamos en Carchuna, una de las más fascinantes playas de nuestro litoral y hacía un viento no demasiado fuerte, aunque sí lo era el oleaje. Era una maravilla contemplar la potencia y la vitalidad del mar, desplegando su poderío. Los aficionados al surf estaban disfrutando y los pocos que habíamos ido a la playa a experimentar la vida de la naturaleza, presenciábamos sus juegos con aquellas olas que nos parecían enormes, casi gigantescas. El vigilante estaba muy atento desde su atalaya, presidida por una bandera roja que vetaba el baño y disuadía a los temerarios que se atrevían a sumergirse.
De repente, el mar empezó a moverse de manera un tanto extraña y la tempestad arreció. Los surfistas casi desaparecían por la agitación espumosa de las olas y daban la impresión de que estaban bastante lejos de la playa. Alguien se dio cuenta de esa extraña transformación y comenzó a sacar fotos con su móvil. Otro de los presentes dijo la palabra tsunami, a propósito de las casas que están a pie de playa. Casi no le oímos, pues el estruendo del mar era grande y decidimos regresar a Granada. Pronto conocimos la noticia del terremoto bajo el mar, que se había producido precisamente un poco antes de cuando notamos los movimientos del mar que parecía que hervía y las informaciones que circulaban ya en Internet sobre las posibilidades que tiene nuestra costa de que se produzcan tsunamis. Por lo visto son bastantes según los expertos. Haría falta alertar a las poblaciones costeras y sus probables visitantes de que ese riesgo existe y recomendar protocolos de actuación, como los que se comunican en en los países costeros de los océanos que registran este tipo de fenómeno, que difunden en sus playas «qué hacer en caso de tsunami». Puede sonar exagerado, pero la naturaleza está demostrando su capacidad para sorprendernos.
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