Entre la ficción y la realidad
Alfredo Ybarra
Miércoles, 31 de mayo 2023, 08:49
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Alfredo Ybarra
Miércoles, 31 de mayo 2023, 08:49
Desde hace tiempo advierto la realidad como una ficción que me envuelve y de la que de momento no puedo escapar. Y en estos días donde tantos contextos derrapan, esa sensación crece y se multiplica, se hace vértigo en medio de una realidad fantasiosa, autocomplaciente ... y a la vez distópica. Toda realidad, por sencilla que sea, tiene una profunda lectura en sí misma, pero no es menos cierto que la ficción nos ayuda a descubrir diferentes dimensiones en la realidad. Necesitamos sueños, fantasías, utopías, idealizar las cosas para aferrarnos a la realidad.
Es una paradoja que la ficción desde siempre nos ha servido para esclarecer la realidad. Se ha esgrimido para hablar de uno mismo sin hablar de uno, para rellenar los huecos de la realidad con el sueño y la introversión, y para dar relieve épico y lírico a lo que la realidad rasa nos propone cada día. Se habla de la realidad y de la ficción como de mundos diferentes, contrapuestos, cuando no enfrentados, ignorando muchas veces que esas representaciones hechas de símbolos, que nos han permitido organizar el conocimiento de nosotros mismos y de las cosas que nos rodean, han tenido como primeras mecánicas las ficciones originarias: los mitos y los cuentos. La literatura de todos los tiempos nos muestra el valor de la ficción a la hora de relacionarnos con la realidad. Con El Quijote nace un realismo moderno, pero también otras formas de mirar la realidad desde la literatura, el romanticismo, el expresionismo, y lo metaliterario: el texto se vuelve autoconsciente y difumina la barrera entre la ficción y la realidad.
Todos recordamos esa parte del famoso monólogo de Segismundo, en La vida es sueño, de Calderón de la Barca: «Qué es la vida? Una ilusión,/una sombra, una ficción,/y el mayor bien es pequeño;/que toda la vida es sueño,/ y los sueños, sueños son.» Y subrayo a Calderón porque en El gran teatro del mundo, el autor –que forma parte del argumento– convoca al Mundo, hasta el punto de hacer que el Teatro no esté instalado en el Mundo, sino el Mundo alojado dentro del Teatro. Una apropiación de la realidad por parte de la ficción que puede darnos una idea mucho más amplia de cómo la literatura se apodera de la realidad, hasta acabar siendo símbolo inexcusable de ella. Es algo que de un modo u otro van a utilizar otros autores, desde Baroja, a Torrente Ballester Benet, Goytisolo, García Márquez o Javier Marías, entre muchos.
Antonio Gala, que nos acaba de dejar, y cuya obra es un prodigio de sensibilidad e inteligencia sabiendo magistralmente enseñarnos desde los verdes campos del edén, la breve eternidad de los instantes felices, decía que la poesía, el teatro, la novela; la literatura, el arte, este mundo de fantasía no es una pasión inútil. La escritora Carmen Martín Gaite escribió que: «Nada podrá descubrir quien pretenda negar lo inexplicable. La realidad es un pozo de enigmas». Por eso necesitamos la ficción y los mitos para tratar de interpretar el misterio de la existencia. Decía Cortázar: «La fantasía, lo fantástico, lo imaginable que yo amo y con lo cual he tratado de hacer mi propia obra es todo lo que en el fondo sirve para proyectar con más claridad y con más fuerza la realidad que nos rodea». Y es que la ficción tiene la facultad de explicar el mundo mediante un lenguaje simbólico que no excluye la verdad.
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