
Un mundo sin alma
Hay una verdad profunda que late en y más allá de todas las cosas que necesita una forma de conocimiento profundo.
ALFREDO YBARRA
JAEN
Martes, 18 de febrero 2025, 23:19
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ALFREDO YBARRA
JAEN
Martes, 18 de febrero 2025, 23:19
Son tiempos de desorientación, desaliento, pusilanimidad y embrutecimiento. Vamos y venimos sin percibir que nuestra vida sea madura, sensata, esencialmente fecunda y espiritual; algo que ... solo en principio puede proporcionar la educación, la formal y la no formal y una apreciación reflexiva de nuestro acontecer. Cuando contemplo lo que está pasando ahora en el mundo, el deterioro de la civilización y cómo reaccionamos a esos descréditos, embestidas y vejaciones, de nuestros logros políticos, morales, culturales y sociales, siento pavor ante este universo nuestro que se está quedando sin alma.
Muy conocida es la máxima de Blaise Pascal, que dice que en muchas ocasiones el corazón tiene razones que la razón no entiende. Cuando la razón se ve imposibilitada para comprender qué nos sucede hay que considerar que aparece el corazón con la intuición, las creencias, la fe, las sensaciones, los destellos de los íntimos misterios profundos,… y todas aquellas razones que la razón no comprende. En definitiva expresa el conflicto, o la complementariedad, existente entre la duda y la certeza, entre la razón y el sentimiento.
Hay un libro de Alejandro Palomas que lleva por título 'El alma del mundo'. En él el autor barcelonés expresa la necesidad de ponerle palabras a lo que nunca se dice. Cuenta cómo el silencio que ahoga los sentires no nos deja ser y en esta obra es la música la encargada de sacar todo lo que los protagonistas callan. Y dice: «No hay mejor música que la de un corazón afinado. Solo entonces suena el alma del mundo».
El psicólogo estadounidense James Hillman en su libro 'El pensamiento del corazón' reconocía al gran estudioso de la mística sufí Henry Corbin, que acuñó el concepto de 'imaginación creadora' y de una 'filosofía del corazón', al indicar que el corazón es el territorio de la imaginación y que ésta constituye su auténtica voz. Pensar para Corbin y Hillman es lo mismo que imaginar con el corazón. Que la mente piensa y el corazón siente, es una idea que desde siempre ha impregnado nuestra cultura occidental. Por eso carecemos de un saber del corazón en nuestras percepciones. Un saber necesario que explicaría el mundo de manera distinta de las acostumbradas convenciones.
Platón, Plotino, Petrarca, Dante o San Agustín de Hipona, entre tantos, sabían que encontrar la belleza del mundo es más propio del corazón que de la cabeza y que esta experiencia estética cuando es verdadera y profunda (no frívola) nos lleva a una contemplación trascendente, conmovedora, y nos enseña que hay cosas que no es necesario entender. Pedro Salinas en su composición Poema, recalca el poder de la poesía ante las comunes concepciones y dice: « […] En esta luz del poema, /todo, /desde el más nocturno beso/al cenital esplendor, /todo está mucho más claro.»
Hay una verdad profunda que late en y más allá de todas las cosas que necesita una forma de conocimiento profundo. No utilizando el común razonamiento. Este acercarse al alma del mundo, que es alegoría y símbolo, representa un más allá de nuestra acostumbrada comprensión. Este ver con el corazón, este hacer visible lo invisible puede ser extraordinariamente clarividente y revelador. Frente a la deshumanización, la barbarie y la amoralidad generalizada, deberíamos abogar de nuevo por el renacimiento del anima mundi, ese principio, ya conocido por los alquimistas, esa luz escondida en la materia y que interroga y espolea al mundo para su redención. En el conocimiento de nuestro universo, de nuestro contexto personal y social, no debemos olvidar la inteligencia del corazón si queremos explicar el alma del existir.
Pero hoy, parecemos el Fausto de la leyenda, vendiendo al diablo nuestra integridad moral, nuestra fuerza cultural, para alcanzar 'un poder', 'un saber' y 'un confort' alienantes, mientras aplaudimos el descacharramiento de nuestro horizonte. Me veo descalzo y con niebla en la garganta ante este mundo sin alma.
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