Poesía y bullir palabrero
«¿Puede la poesía salvar al mundo?» La poesía, decía Ana Blandiana, no habla de la realidad, sino que es capaz de construir otra realidad en la que podemos salvarnos.
Alfredo Ybarra
Miércoles, 30 de octubre 2024, 00:28
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Alfredo Ybarra
Miércoles, 30 de octubre 2024, 00:28
Parece que, cada día más, ese fenómeno tan viejo como el mundo por el que mucha gente necesita hablar hasta por los codos adquiere una mayor dimensión. Parece que una incontenible verborrea se apodera de nuestro entorno (todos hablamos de todo, todos sabemos de todo, ... todos tenemos el fuego sagrado que distingue el bien del mal) con el ejemplo palmario de muchos representantes de la política. Una verborrea que pocas veces busca el meollo de las cuestiones extraviándose por bocacalles sesgadamente interesadas. Y lo que es peor, es que esa palabrería generalmente va unida a un mayúsculo y altisonante despotrique, sin consideración ni reparo, contra adversarios y enemigos que vemos por todas partes en una dicotomía que hemos levantado, como trincheras.
En esas elucubraciones me encuentro, cuando acaban de entregarse los Premios Princesa de Asturias. Joan Manuel Serrat, que ha recibido el premio de las Artes, nos ha emocionado con su discurso e intervención musical. Serrat que ha bebido su caminar en la poesía y en la música ha sido intérprete de cientos de canciones y, rapsoda de grandes poetas como Antonio Machado o Miguel Hernández.
El jurado lo ha galardonado «por una trayectoria artística que trasciende la música y se hace referente cívico, sumando a las letras de sus canciones la fuerza del himno colectivo con voluntad universal». Y porque en su trabajo, se aúnan la poesía y la música al servicio de la tolerancia, los valores compartidos, la riqueza de la diversidad de lenguas y culturas y el afán de libertad.
Hoy, como siempre y más que nunca, necesitamos la poesía, la palabra que tiende siempre hacia la altura. Ese relámpago que nos estremece y en su misterio nos lleva al borde mismo de lo inefable, a las hondas fronteras de la percepción; la palabra esencial que rebota en nuestra conciencia. Ahora especialmente me acuerdo de Antonio Machado cuando dice: «mis versos brotan de manantial sereno». A la vida actual tan revuelta, tan metida en pastizales banales, y tan colmada de una frívola y ñoña cultura, le falta poesía.
El poeta alboloteño Antonio Carvajal dice: «Mi poética está muy clara: salvarme del vacío intentando salvar la belleza». Carvajal (Premio Nacional de Poesía 2012) es uno de los más grandes poetas españoles vivos. Su semblanza, por mucho que quisiéramos sintetizarla, sobrepasaría enormemente los límites de este artículo. En voz de importantes referentes de la universidad, la crítica, la literatura y la creación artística, Carvajal es sobrado merecedor del Premio Cervantes.
Ante tanta charlatanería ombliguista y zafia que a voz en grito campa por sus fueros, el poeta y profesor granadino sitúa su obra cercana al concepto griego de alétheia, como «revelación», en el sentido «de la sorpresa, de descubrir la virtud secreta de las cosas». Revelación encarnada en la vida a través del símbolo de los ángeles que Carvajal ha definido como «algo que te ilumina, un aspecto súbito que te colma y te hace sentir la vida más intensa».
La poeta rumana Anna Blandiana galardonada este año con el Premio Princesa de Asturias de las Letras, en su discurso se preguntaba si puede «ese algo liviano, alado y sagrado», como definió Platón a la poesía, detener nuestra caída hacia la nada.
«¿Puede la poesía salvar al mundo?» La poesía, decía Ana Blandiana, no habla de la realidad, sino que es capaz de construir otra realidad en la que podemos salvarnos. Desde el punto de vista etimológico, en griego antiguo el término poesía viene del verbo 'poiein', que significa construir.
La palabra poética –escribió José Ángel Valente– ha de ser, ante todo, percibida en su fulgor, en esa chispa por la que el lenguaje nos entrega el hallazgo precioso de su revelación, ofreciéndonos el don que permite ver donde otros no ven... Sí, ante tanto estrépito necesitamos esa poesía que abre grietas en nuestros pasos.
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