Entre secretos
Deberíamos tener presente que no todo puede contarse porque todo puede ser usado en nuestra contra, hasta por nosotros mismos.
Alfredo Ybarra
Jaén
Martes, 24 de septiembre 2024, 23:30
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Alfredo Ybarra
Jaén
Martes, 24 de septiembre 2024, 23:30
Las apariencias engañan. Uno cree conocer a alguien, hasta que de repente, descubre una doble vida, que nunca había imaginado. Todos, absolutamente todos, tenemos secretos, cosas que mantenemos ocultas. Un día podrán salir a la luz, pero mientras tanto, permanecen cubiertas por una capa de ... simulaciones. La historia se ha construido a base de infinidad de secretos, muchísimos de los cuales han quedado encerrados en lo oscuro del Tártaro de la Ilíada: «el más profundo abismo, allí donde las puertas son de hierro y el umbral de bronce tan abajo del Hades, donde el cielo alejado se encuentra de la tierra». El mundo de la política, de las empresas, de la banca y de la ciencia; el mundo de alrededor, de la familia, siempre ha estado rodeado de secretos. ¿Quién se atreve a definir lo que es, de veras, la transparencia, que tanto invocamos?
Lo enigmático, lo oculto, siempre nos ha fascinado, y son muchos los relatos míticos, reales o novelescos, las obras de arte, que nos lo muestran. Quiero acordarme de la novela ′El secreto de los dioses′, de Jesús Ferrero. En ella se cuenta la historia de una cofradía milenaria que se va haciendo cargo de un manuscrito en el que parece hallarse «el secreto de los dioses» en relación con el fuego de la destrucción y el fuego de la purificación. Está inspirada en el mito del Apocalipsis. Javier Marías se acercó en sus obras al difícil mapa de los secretos. En su novela ′Así empieza lo malo′ se pregunta si será mejor vivir bajo la mentira, que enfrentarse a la incapacidad del ser humano para perdonar.
Los secretos nos recuerdan que nuestra vida es nuestra, pero sin embargo vivimos en una permanente paradoja, en un torbellino donde todos queremos saber especialmente si nos referimos a las entrañas de unos y otros. Estamos narrando nuestra propia existencia hasta en los aspectos más íntimos. Hemos convertido las redes, los medios de comunicación y la vida en un ′reality′ global. Pero no todo debe ser sabido, de nadie. La gente lo cuenta todo y luego se lleva grandes sorpresas. Deberíamos tener presente que no todo puede contarse porque todo puede ser usado en nuestra contra, hasta por nosotros mismos.
Hemos perdido la noción de lo secreto. La vida y las relaciones se construyen sobre una sucesión de secretos donde el mayor de todos ellos para cada persona es ella misma y, a veces, de traiciones donde la mayor de todas es a uno mismo.
Un secreto puede ser algo a priori irrelevante, por ejemplo, un encuentro que un día hemos tenido con una antigua novia y que no contamos a nuestra pareja actual porque no ha sido más que una conversación intrascendente. Pero en definitiva al ocultarlo, ponemos una parte de nosotros en una postura tramposa. Uno tiene que decidir cuáles son sus secretos. Tenemos una ilimitada y cínica necesidad de ser queridos, aceptados, admirados. Todos somos novelistas de nosotros mismos, necesitamos la ficción para seguir viviendo. Y ofrecemos a los demás una imagen que no siempre es la verdadera. El problema es que en un momento dado, al final nos encontramos con la verdad.
Unamuno en ′El secreto de la vida′ (1906), dice que todos llevamos nuestro secreto de vida: los unos más a flor de alma, los otros más entrañado, y los más tan dentro de sí mismos que jamás llegan a él ni lo descubren. Y si alguna vez lo vislumbran dentro de sí, vuelven hacia fuera la vista, despavoridos, y no quieren pensar en ello.
Con permiso de la Inteligencia Artificial, el verdadero y absoluto secreto es inefable. Cada uno de nosotros, y esa es tal vez la gran maravilla de la existencia, somos un profundo y misterioso secreto para los demás.
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