Donde Agitan las Palabras

Sensata sobriedad

Y es que la moderación, el relativismo, las cosas tamizadas por nuestro discernimiento y la apertura mental son esenciales para la vida.

Alfredo Ybarra

Miércoles, 4 de diciembre 2024, 00:12

La vida se ha convertido en un campo ampliamente abonado para la exageración, el extremismo, lo excesivo, que dominan el pulso de la realidad. El griterío generalizado se nos cuela sin ninguna indulgencia (ejemplo: el político). El histerismo y la altisonancia dominan nuestra cotidianidad mientras ... el que más y el que menos anda hiperventilando en medio de una congoja que estrangula la serenidad anímica. A veces el desasosiego está tan camuflado que no nos damos cuenta de que palpita en nuestras venas. Hubo un momento en que un ayeo mareante rechinó en algún lugar de mi consciencia y desde entonces intento sosegar mis perspectivas, tender mis manos a la sobriedad, relativizar los asuntos. La RAE define la palabra sobrio como templado, moderado, y en una segunda acepción como alguien o algo que carece de adornos superfluos. Algunos sinónimos son: prudencia, sensatez, serenidad, seriedad, responsabilidad, reflexión. Y es que la sobriedad siempre es una virtud, como la templanza. Virtudes que nos ayudan a darle a las cosas su justo valor, a intentar contemplar su hondura. Pero la solvencia, la moderación o la seriedad, no están de moda. Hay demasiada impostura, y también muchas cosas y causas que podemos calificar de respetables se llenan con aspavientos de toda índole, de fanáticas expresiones, de falsas verdades, de histrionismos, que en muchos casos nos llevan a arracimarnos como rebaño. Son muchos los aconteceres que se llenan de rimbombancias, de gravedad, de conjeturas tajantes; todo ello tan arrojadizo. Nos cuesta encontrar las sensaciones serenas y contemplativas, las que son trascendentes.

Publicidad

Y es que la moderación, el relativismo, las cosas tamizadas por nuestro discernimiento y la apertura mental son esenciales para la vida. Desde ese intentar ser contemplativo uno se acerca a un independiente estado de serenidad, donde la mente está tranquila. Una tranquilidad que es paz, calma, que nos hace bajar el volumen de la vida; percibir infinidad de nuevas sensaciones y extender el tiempo. Hay una frase del expresidente de Uruguay, José Mujica, que nos explica mucho del sentido de una vida sobria: «Abogo por una manera personal de vivir con sobriedad, porque para vivir hay que tener libertad y para tener libertad hay que tener tiempo...»

Uno de los rasgos constitutivos de la esencia del español de tiempos pasados era el de la contención. Así lo afirmaba Ramón Menéndez Pidal y, con él, otras figuras del pensamiento y las letras hispanas como Sánchez Albornoz, Salvador de Madariaga, Ortega y Gasset, Marañón, Julio Caro Baroja o Julián Marías, que percibieron en la sobriedad el nervio del carácter español, a lo que dedicaron una buena parte de su obra. Hoy todo eso es una materia más que pretérita y olvidada, sin interés ni proyección para una sociedad que se apresura a desahuciar gran parte de su legado identitario y cultural.

La exageración sustituye a la mesura; el ruido, al silencio; la altisonancia, a la discreción; la palabrería artificiosa, a la sustancia; la trifulca, al debate civilizado. Mientras, en los seglares presbiterios muchos falsarios ofician en ancha medida desde la estridencia vacua de sus quehaceres y pontifican su resultadista realidad líquida. La demagogia con sus expresiones hiperenfáticas parece poseer una especial cualidad de imantación del «otro», convertido en público.

Publicidad

La sobriedad conlleva sensatez. Según la RAE sensatez es la cualidad que tienen las personas que muestran buen juicio, prudencia y madurez en sus actos y decisiones. Una persona sensata además, se conduce y actúa con sentido común, se comporta orientada a la verdad y al bien común; muestra prudencia.

La sobriedad es una virtud que nos permite dar a las cosas su justo valor y gestionar adecuadamente nuestros afanes, constituyendo en todo momento un límite entre lo que es razonable y lo que es desmedido. La sobriedad en definitiva nos aleja de la hipérbole y en su renuncia llena nuestro aliento de maná.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad