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Tradición y razón
Alfredo Ybarra
Martes, 30 de enero 2024, 23:30
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Alfredo Ybarra
Martes, 30 de enero 2024, 23:30
En el cartelón del foro está puesto que la tradición sólo es aquello que viene arrastrado desde siglos. Pero aquí, de buenas a primeras, uno se encuentra con tradiciones acabadas de nacer ayer mismo o con otras, seculares, completamente desarrapadas, que aunque 'ennoblecidas', quedan sin ... sentido. Somos muy dados a jugar con el concepto de tradición y son muchas las cuestiones a las que intereses muy privativos colocan la etiqueta de tradicional y de incuestionable. En el Diccionario de la RAE su primera acepción dice: «transmisión de noticias, composiciones literarias, doctrinas, ritos, costumbres, etc., hecha de generación en generación». Por su etimología significa donación o legado, una especie de regalo que va pasando sucesivamente de padres a hijos. La razón por la que las tradiciones son importantes es que transmiten valores compartidos, historias y empeños de una generación a otra. Ellas motivan a las sociedades a crear y compartir una identidad colectiva, que a su vez sirve para dar forma a las identidades individuales. Componen un conjunto de ideas relacionadas que han permanecido a través del tiempo. Se considera que son dinámicas, aunque algunos entiendan que son fundamentos inamovibles. Otros se creen depositarios y supremos mandarines de cardinales tradiciones.
Decía Heráclito de Éfeso en el siglo sexto antes de Cristo que el cambio y el devenir eran el origen de todas las cosas. Todo cambia y evoluciona para adaptarse a los nuevos cambios y evoluciones en un proceso continuo que se inició al principio de los tiempos. Desde esa perspectiva busco el progreso y la evolución y pienso que la vida en su paso es un permanente discernir que nos obliga a cambiar de actitudes, de conductas o de propósitos. Si no hay evolución caemos en la involución, en la detención y el retroceso, en la esclerosis y atrofia. Sin embargo parece como si la tradición estuviera en conflicto con la evolución y nada más lejos de la realidad. En este sentido tiene que haber una consonancia en nuestra contemplación de ambos conceptos. La tradición tiene que adaptarse a las nuevas interpretaciones y nuevos relatos de la existencia que debemos hacer en nuestro crecimiento como individuos y como sociedad. Y hay prácticas e ideas, que se tienen que adaptar o deben desaparecer; no caben en una nueva realidad, y algunas muy concretas no caben en el horizonte ético y moral. La visión conservadora de la tradición ve en ella algo que preservar de manera fiel y acrítica.
Desde una perspectiva de progreso se aprecia, por el contrario, que la vitalidad de una tradición depende de su capacidad para renovarse, para adaptarse a nuevas circunstancias, sin perder por ello su sentido. El poeta Vicente Aleixandre destaca esta capacidad creadora de la tradición al escribir en su discurso de recepción del premio Nobel: «Tradición y revolución. He ahí dos palabras idénticas». En esa línea André Malraux vino a decir que la tradición no se hereda, se conquista, que la cultura no es un conjunto de conocimientos, sino, principalmente, un ejercicio de voluntad y «una herencia particular de la nobleza del mundo». Lo que debe unirnos, es el objeto de esta conquista. Hablemos de una tradición que no es ceniza sino viva llama que hay que mantener y dirigir Hemos de legar a las generaciones futuras una tradición en la que puedan apoyarse, una herencia que puedan cuestionar, corregir, impugnar e incluso transformar. Y, quizá también, una memoria fértil que pueda abrirles pasos a un futuro sensato. Tal vez Américo Castro nos dio la clave con su gran legado intelectual apoyado en la importancia de una tradición siempre corregida por la razón.
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