
En el umbral de un nuevo año
Alfredo Ybarra
Martes, 26 de diciembre 2023, 23:37
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Alfredo Ybarra
Martes, 26 de diciembre 2023, 23:37
Estas fechas que atravesamos y concretamente Nochevieja y Año Nuevo son sin duda una universal convención en la que en todas partes nos aplicamos mayoritariamente. ... Nos unimos en un ceremonial que es un 'totum revolutum' entre religioso y laico, entre emocional, espiritual y mundano; entre bullicioso, gozoso y melancólico. Anhelantes y recelosos atravesamos los últimos días de 2023. Se desvanecen entre el corazón y el entendimiento, entre la luz y la niebla de la vida, ente la necesidad de renovar la fatiga y la evasión festiva, tan densa como evanescente, que ahora nos empapa. Se desvanece el año y tantas perplejidades y tantas vivencias: unas como un puñal de hielo nos desangraron las entrañas, otras fueron esplendor de acacias, algunas nos recompusieron el alma. En esta noche de novilunio, de luna de Roble muchos soñamos una etapa nueva, la de una Arcadia donde reine la felicidad íntima de los instantes eternos y plenos, la sencillez y la paz; aunque sepamos que es una utopía. Pero necesitamos las utopías. Eduardo Galeano nos dice que «La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá, ¿entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar». Y es que tenemos que volver a la utopía porque tenemos que imaginar cómo salvarnos de las endulzadas espinas de la colmada deshumanización que nos engulle, tenemos que intentar salvar el mundo desde nuestra colectiva individualidad.
Vamos a celebrar la Nochevieja y el Año Nuevo. El tiempo lo hemos dividido en años, en meses, en días,..., y así decimos que pasa cuando somos nosotros los que pasamos. Mientras hemos fundido percepciones. Ahora, en la exaltación festiva del fin del año se mezcla el mito del eterno retorno con el relato bíblico donde el que el cristianismo propone el tiempo histórico. Ese tiempo bíblico habla de creación del mundo y de un destino o sentido que el hombre tiene que realizar en base a su propia libertad; en el tiempo histórico los acontecimientos son irrepetibles, y en su trama caben los fracasos irreparables o la creación genial desde nuestra humana libertad. El mito del eterno retorno se basa en una historia cíclica, en el hombre que prefiere la seguridad a todas las aventuras de una libertad que tiene que hacerse cargo de la historia. En el eterno retorno lo que priva es el concepto de un espacio estable y preexistente a cualquier acontecimiento temporal. El espacio es el tablero de ajedrez, donde se repiten las jugadas según unas reglas preestablecidas. Ahora esas dos ideas conviven, se difuminan las fronteras entre el tiempo bíblico y el mito del eterno retorno, en el convencimiento de que el logro de la seguridad pasa por la libertad.
Estamos ante el anual desafío de nuestra conciencia por sentir que la vida no es una partida con las cartas marcadas, sino una apasionada voluntad de abrir puertas a la ilusión, de buscar y buscarnos en las incertidumbres de los días. GK Chesterton, que tanto escribió sobre la Navidad y el Año Nuevo dijo que: «El objetivo de un nuevo año no es que deberíamos tener un nuevo año. Es que deberíamos tener una nueva alma.» Pues abramos las puertas a 2024 con la íntima convicción de lograr un espíritu regenerado, vivificado en la dignidad que únicamente nos proporciona la cultura, y así razonar más nuestra existencia estando más despiertos para soñar la esperanza.
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