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La misión a la Luna fue posible gracias al impulso del presidente Kennedy, en plena Guerra Fría, ante su competidor inmediato la URSS, que le estaba ganando la partida de la carrera espacialAl celebrar el 50 aniversario de cuando el hombre pisó por primera vez la Luna, se viene a rememorar uno de los momentos más significativos de la historia de la Humanidad y de la tecnología. Un 16 de julio de 1969 despegaría la nave espacial ... Apolo 11, desde la base de Cabo Cañaveral (Florida), con los tres astronautas norteamericanos Armstrong, Aldrin y Collins, cuya misión era llegar al único satélite natural de la Tierra. Cuatro días más tarde, el 20 de julio, después de recorrer cerca de 400.000 kilómetros, se desconectaría del Módulo de mando: Columbia, pilotado por Collins, el Módulo lunar: 'Eagle' (Águila), que llevaba a los otros dos primeros hombres que caminaron por el luminoso satélite. Esta increíble gesta fue retransmitida por televisión en directo a más de 600 millones de personas de todo el mundo; es más, algunos se cuestionaban si se trataba de un montaje de Hollywood. Después de medio siglo cada uno recuerda con añoranza dónde lo vio -si había nacido-; a más de uno le despertaron para no perderse aquél momento único. Las primeras palabras de Armstrong al centro de comunicación fueron: «Houston... aquí Base Tranquilidad, el Águila ha alunizado». Una vez realizados los ensayos previstos y haber colocado la bandera norteamericana -algo que no podía faltar-, se acoplaron las naves y el amerizaje fue un 24 de julio en el océano Pacífico, cerca de las costas de Hawái. Con esto se daba por terminada la misión que había durado 195 horas (ocho días), y desde entonces no ha habido una segunda vuelta al quinto satélite más grande del sistema solar, ni al deseado Marte. La conquista de la Luna por el hombre, es como dijo el comandante de la expedición al bajar el último peldaño del 'Eagle': «Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la Humanidad».
La misión a la Luna fue posible gracias al impulso del presidente Kennedy, en plena Guerra Fría, ante su competidor inmediato la URSS, que le estaba ganando la partida de la carrera espacial. Así, un año antes de que fuera asesinado en Dallas, en la texana Rice University, prometió que la bandera de su país ondearía en menos de ocho años en el satélite: «Al iniciar esta singladura pedimos la bendición de Dios para la aventura más peligrosa, arriesgada y titánica en que se ha embarcado el ser humano jamás». Siendo esta afirmación cierta, no lo es menos que también ha habido otras conquistas tan o más importantes en la historia de la humanidad, como el Descubrimiento de América, impulsada por la Corona de Castilla; hace quinientos años, unos héroes como Colón, Magallanes, Elcano o Hernán Cortés, llevaron lo mejor de la civilización occidental (la cultura y la fe) al Nuevo Mundo, cuyos méritos nada desmerecen los calificativos enumerados por el masachusetano JFK. Es el potencial maravilloso que posee el hombre cuando pone todo su empeño en hacer el bien, en fomentar el progreso, la paz, el conocimiento y la ciencia, en vez de la autodestrucción y la guerra.
Así se expresaba el Papa Pablo VI ante esta meta que parecía inalcanzable: «¿Quiénes somos, capaces de tanto?». Advertía de la posible idolatrización del hombre y la tentación de convertirse con esta euforia en el artífice y no en el colaborador de la obra de la Creación. Los propios astronautas eran conscientes de la hazaña y de sus limitaciones, por lo que 'Buzz' Aldrin, presbiteriano, quiso agradecer a Dios este importante momento, dirigiéndose a la torre de control de Houston: «Me gustaría aprovechar la oportunidad para pedir a todo oyente, quienquiera que sea y dondequiera que esté, que haga una pausa y reflexione sobre los eventos de las pasadas horas y dé gracias en la forma que sepa». Antes de bajar las escalerillas y pisar el polvo lunar, conmemoró 'La Cena del Señor'. Esto es, un rito en el que se come pan y vino como símbolo de la presencia espiritual de Cristo (Los católicos, en la eucaristía, celebran la presencia real -no simbólica- de Cristo). A la vez recitaba una oración muy apropiada para la ocasión: «Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder?» (Salmo 8). No menos emocionante fue la conversación entre el presidente Richard Nixon desde el Despacho Oval de la Casa Blanca y los dos astronautas: «Seguramente ésta sea la llamada telefónica más importante jamás hecha, porque gracias a lo que han conseguido, desde ahora el cielo forma parte del mundo de los hombres y como nos hablan desde el Mar de la Tranquilidad, ello nos recuerda que tenemos que duplicar los esfuerzos para traer la paz y la tranquilidad a la Tierra. En este momento único en la historia del mundo, todos los pueblos de la Tierra forman uno solo. Lo que han hecho los enorgullece y rezamos para que vuelvan sanos y salvos a la Tierra». Armstrong contestó: «Gracias señor presidente. Representamos no solo a los Estados Unidos, sino también a todos los hombres de paz de todos los países». Toda una lección para no olvidar.
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