En el diccionario de la Lengua, 'curiosidad' significa aseo, limpieza y cuidado, con sus correspondientes adjetivos que significan lo mismo y así lo entendía yo ... cuando era pequeña; recuerdo sin embargo que, en alguna publicación de aquellos años, había una sección con el título de 'Curiosidades' que no encajaba en la pulcritud o el cuidado de las cosas, sino que aludía a algo nuevo o ignorado. Acudí a mi abuela, como otras veces, para saber qué era la curiosidad y ella me respondió que las niñas no debíamos preguntar más de la cuenta y que curiosidad era justamente preguntar tanto como yo hacía, pero, por el tono de su voz, entendí que no me estaba riñendo, sino más bien lo contrario. Lo cierto es que ese deseo de saber y de inquirir cosas que no nos conciernen es la segunda acepción de la palabra 'curiosidad', aunque no hace justicia a su origen latino, que la define como deseo de saber. Yo, en todo caso, creo que tiene razón mi viejo diccionario de latín y prefiero ir al origen de la palabra, porque mirar el mundo con curiosidad significa resolver enigmas y responder interrogantes.
El deseo de saber es propio de los seres humanos, desde los ojos asombrados de la infancia y los porqués de la adolescencia y la juventud a los interrogantes de la madurez, incluso si pensamos que cuando sabíamos las respuestas nos cambiaron las preguntas; siempre ingenuamente, claro está, porque el deseo de saber se alimenta de nuevas preguntas y respuestas y porque conocer la realidad que nos rodea, abre nuevas ventanas a las que también nos asomamos con curiosidad.
Sin embargo, unas veces por prudencia excesiva y otras, por desconfianza hacia todo y hacia todos, podemos caer en la tentación de conformarnos con lo que ya sabemos y dejar de inquirir una y otra vez qué es lo que pasa y por qué pasa. Quizás pensamos que el conocimiento es más accesible que en otros momentos de la Historia, porque solo con dar a una tecla se despliega ante nuestros ojos lo que antes nos costaba horas de biblioteca o también, que hay tal cantidad de mensajes que resulta difícil discernir los que aportan algo interesante de los que nos distraen, alienan o simplemente nos mienten; en el primer caso, dejamos para mejor ocasión algo que queríamos saber y, en el segundo, preferimos sencillamente ignorar.
De eso se quejaba Mary Shelley, imaginando cuantas cosas estamos siempre a punto de descubrir si la cobardía y la dejadez no entorpecieran nuestra curiosidad y, además, Dorothy Parker, la escritora estadounidense defensora de los derechos civiles y amiga de la República Española, decía que la curiosidad es incurable, pero es la mejor cura contra el aburrimiento. Algo de eso pensaría también Einstein cuando dice de sí mismo que es profundamente curioso y que lo importante es no dejar de hacer preguntas y ya sabemos hasta dónde llegó el científico con su curiosidad y su asombro. Por eso, dice Paulo Freire que hay que alentar en los niños y niñas la curiosidad, porque la forma de intervenir en el proceso de aprendizaje convierte ese deseo de saber en una forma crítica de conocimiento.
Hay razones suficientes para no renunciar al deseo de saber y pienso que el mundo puede ser mejor si aplicamos más rigor a muchos asuntos y elevamos el nivel en los debates; si buscamos respuestas a los interrogantes que nos preocupan, tratamos de conocer mejor la Historia y profundizamos en las contradicciones del momento que vivimos. Solo necesitamos querer saber, porque tenemos al alcance más medios que nunca; dar rienda a nuestra curiosidad y aprender cada día. Ya sé que un dicho popular dice que 'la curiosidad mató al gato', pero tiene una segunda parte que muchas veces se olvida: «la satisfacción lo revivió». Pues, eso, sigamos haciéndonos preguntas sin miedo para nuestra sorpresa, hallazgo, conocimiento y hasta diversión.
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