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El gobierno del cambio en Andalucía celebró por primera vez su 28 de febrero. El bipartito quería ofrecer una imagen de cambio, que la Junta ya no es lo que era, que el PSOE ha sido desalojado del poder, por lo que debe percibirse una ... imagen bien distinta, una nueva era que sirva para que de los socialistas sólo quede el peor de su recuerdo vinculado a la corrupción. La hubo en mayor o menor medida y la Justicia dictaminará, pero no es menos cierto que tanto años crean muchas inercias, desarrollan prepotencias y tejen las llamadas redes clientelares, que al final se cansaron y ni se movilizaron en las últimas elecciones para acudir a las urnas, lo que les impidió gobernar a pesar de ser el partido más votado.
También es verdad que los socialistas andaluces, con Susana Díaz al frente durante los últimos años, pueden ser acusados de dejar una herencia con tintes de ineficiencias, pero como bien señaló el ejemplar empresario almeriense Francisco Martínez-Consentino al recibir el título de Hijo Predilecto de Andalucía, en un valiente y reivindicativo discurso: «No podemos vivir en la presunción de que las cosas se hacen mal, de que hay oscuros intereses; eso no es verdad, la gente normalmente hace bien su trabajo, con dignidad y honradez».
La nueva Junta está empeñada en cambiar el paso, con otras improntas y denominaciones, aunque hay quien ve 'más de lo mismo' con algunos nombramientos excesivamente políticos, por encima de méritos y capacidad. Lo malo es que este equipo, que parece encarrilado entre PP y Cs, se encuentra con los mismos problemas de siempre, fundamentalmente el paro. El presidente Moreno quiere hacer de Andalucía «una tierra para trabajar y vivir» y ojalá lo consiga por el bien de todos. Ese es el problema de fondo, porque renovar el acto institucional de entrega de distinciones y medallas el 28-F, quitarle protocolo o solemnidad, que resulte más humano o que el presentador se haga pesado y pastoso, te puede gustar más o menos, pero como no hay que patrimonializar el Día de Andalucía, ni siquiera por parte de Sevilla, está bien que desde el bipartito se esté pensando ya en celebrar este acto por las demás capitales de nuestra comunidad autónoma.
En el resto de España, la campaña prosigue. El ejecutivo socialista ha lanzado desde el consejo de ministros una serie de medidas sociales con un fuerte tufo electoralista. Salvo cuestiones urgentes e inaplazables, como pueda ser todo lo relacionado con el Brexit, no parece propio que ante una convocatoria electoral se siga gobernando a golpe de decretos leyes (y si lo hizo el PP también es reprochable, pero no una justificación) con un Parlamento disuelto. Un Congreso de Diputados que celebró este jueves la última sesión plenaria de su duodécima legislatura, con una emotiva despedida de quien ha ocupado su presidencia, Ana Pastor, con gran dignidad. Hay que reconocer a esta tercera autoridad de nuestro Estado su firmeza frente a las provocaciones descabelladas y su entrega por mantener el decoro y el respeto en la sede de la soberanía popular. Ejemplo de gran mujer dedicada a la política, ahora que estamos ya en vísperas del 8 de marzo. ¿No les parece?
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