Tanjawi/granadí

Toda autobiografía es una novela de educación, y la de Carlos Lozano está poblada de retratos de hombres y mujeres siempre en torno al centro que es la ciudad de Tánger

Andrés Soria Olmedo

Viernes, 10 de mayo 2024, 23:02

Ciudad maldita.

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No te me acerques a la memoria.

(Ramón Buenaventura)

La situación histórica de estos recuerdos/ memorias/ autobiografía («Se puede contar solo lo que se quiere sin necesidad de mentir, así como es posible descentralizar el 'yo' autobiográfico extendiendo los recuerdos a otras ... personas vinculadas al eje de la narración, tanto más aquí en que, en cierto modo, comparto protagonismo con el Tánger que he vivido»), de estas páginas trepidantes y jugosas, interesantes sin que el autor lo subraye, cuyos versos recordé nada más abrir, se localiza en la generación siguiente a Ramón Buenaventura, cuyos versos recordé nada más abrir el volumen, que en su versión electrónica se titulaba 'Tanyaui', en transcripción a la española que no se ajustaba a la norma (Wenceslao-Carlos Lozano, 'Tanjawi', Granada, Esdrújula, 2024).

Si aquel forjó su Tánger imaginado y recordado hasta el límite de 1956, fecha de la independencia de Marruecos, el de Wenceslao-Carlos Lozano (tenía cuatro años entonces), ocupa el siguiente casillero cronológico, durante el cual prosiguió en muchos frentes la peculiaridad de la ciudad y de sus habitantes de origen europeo. Europeos de toda Europa: el libro se abre con la pregunta por la vida y destino de un albanés, «capitán de barco y honrado contrabandista» que resulta ser el padrino del autor, aun siendo de la iglesia ortodoxa y sustituyendo a otro padrino checoslovaco que a pesar de no echarle el agua le dejó el nombre Wenceslao, con precisión de Praga.

Leer este libro hoy es darse una posibilidad que debe abrirse paso en este mundo desgraciado donde nadie quiere entender el lenguaje del otro

Toda autobiografía es una novela de educación, y la de Carlos Lozano está poblada de retratos de hombres y mujeres siempre en torno al centro que es la ciudad de Tánger cuya singularidad queda puesta de relieve una y otra vez por lo natural de un estilo que se acerca a su familia en la admiración por su hermana Teresa (que terminó en Estrasburgo) y sobre todo por su hermano Antonio, desaparecido prematuramente, animador cultural en Canarias y el África subsahariana y autor de, entre otros relatos, 'Un largo sueño en Tánger' (2015), donde se expone a la gente bien tangerina del Yatch Club la presencia del Tánger marroquí y se alarga a personajes como el editor y galerista y traductor del portugués José Antonio Llardent y Emilio Sanz de Soto («A Emilio, agudo crítico de arte y asesor cinematográfico de directores como Buñuel y Saura, lo conocí de niño con mi madre sentados en la pastelería 'La Española' de la calle Libertad, charlando sobre sus cosas y recuerdos comunes», además de una galería de mujeres: Joaquina Eguaras, quien lo acogió en Granada (mi padre fue su alumno predilecto, dicho sea 'en passant'), Beatriz Pendar («nacida en 1906 en Berlín por ser su padre embajador de Argentina, que también lo fue de Holanda y Suiza. Ya mayor y muy sola desde que enviudó en 1972, vivía recluida en su piso, rodeada de libros y de recuerdos. Gran señora de porte aristocrático, con un rostro muy parecido al de Virginia Woolf, la visité bastante en su casa en mis años de iniciación a la vida literaria porque sabía mucho de todo, era muy locuaz y bebía y fumaba más de lo aconsejable para su edad»), Malika Embarek, traductora y como hermana, a quien conocí en casa de la directora de cine Farida Benlyazid. Malika y Wenceslao-Carlos han traducido decenas de libros y convergen en la «traducción literaria de estirpe franco-magrebí».

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Estamos hablando de dos traductores tangerinos muy competentes y muy contrastados. Pero más allá de esas cumplidas carreras, quizá sean directamente sinónimas las palabras «tangerino» y «traductor». ¿Ser tangerino es ser traductor, presentar al otro su lenguaje, hacerse cargo del lenguaje del otro? Todo el libro se mueve en lo que Emily Apter hubiera llamado «zona de traducción».

«Ese cóctel de sensaciones [...] es lo primero que sigo experimentando siempre que pienso en Tánger. Porque en muy pocas partes como aquí se podía presentir la trepidante y prodigiosa diversidad del mundo. Cada nueva amistad suponía una aventura cultural, una 'connaissance du monde' (como se llamaba aquel estupendo ciclo de documentales que proyectaban en la sala Bastianelli y luego en el cine Mabrouk). Me familiaricé con muchas actitudes vitales y costumbres marroquíes, judías y europeas hasta con las de una familia iraní de religión zoroástrica antes que con las de mi país de origen».

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Leer este libro hoy, en abril de 2024, es darse una posibilidad que debe abrirse paso en este mundo desgraciado donde nadie quiere entender el lenguaje del otro. Es un regalo que puede hacerte solo la ciudad de Tánger. Y es un regalo leer este libro. Llevo como cuarenta años rematando mis reseñas con este tipo de recomendaciones: disfrutad con 'Tanjawi' de Wenceslao-Carlos Lozano.

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