Llevo un tiempo oyendo que no se puede blanquear a la extrema derecha aceptando su participación en foros y en las instituciones. En parte estoy de acuerdo y en parte no. Es decir, que considero que a la extrema derecha, o sea a Vox, la ... han blanqueado los miles de ciudadanos que en este país le dieron su apoyo en las pasadas elecciones del 28 de mayo. (Ahora, no olvidemos que al partido nazi también lo votaron en las urnas y ya sabemos cómo terminó esa historia). Ese es el verdadero blanqueo, el de las urnas porque si más de un millón y medio de personas quiere que la extrema derecha entre en las instituciones, pues adelante.
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Ahora bien, otra cosa es que llegados a las instituciones democráticas los partidos no acepten negociar con quienes no comulgan ni en las ideas ni en las formas y los aíslen para evitar su participación, sobre todo, en labores de gobierno. Si los ciudadanos quieren dar su voto a partidos que niegan la violencia de género tildándola de intrafamiliar; si quieren apoyar a quienes consideran el cambio climático una patraña; a quienes tienen actitudes y comportamientos totalmente homófobos; a aquellos que tienen un concepto un tanto simplista y único de lo que es una familia; a quienes rechazan sin pudor a los inmigrantes que tan necesarios nos son para hacer trabajos que no queremos realizar nosotros; si miles de ciudadanos quieren apoyar a verdaderos machistas, incluso a candidatos condenados por maltratar a su pareja; si dan su voto a quienes tienen un sentido peculiar de cómo hay que educar a nuestros hijos; a quienes van en contra del ecologismo y el medio ambiente; a quienes repudian a la mujer como tal y le niegan derechos tan básicos como el de decidir por sí misma; en fin, que si miles de ciudadanos quieren tener como representantes políticos a aquellos que no dudan en echar mano del insulto y la descalificación incluso desde el estrado de un parlamento, pues como comprenderán yo no soy nadie para censurarlos, aunque no me pidan jamás que los respete. A ninguno de ellos. Porque si de algo estoy convencido es que todo partido que se atenga a las reglas del juego democrático que residen en la Constitución española están en su derecho de presentarse ante los españoles y pedirles su voto. Ahora bien, eso no quita para que partidos políticos que no piensen en absoluto como ellos los arrojen al ostracismo político. Otra cosa es que, como está ocurriendo con el Partido Popular, por el afán de alcanzar un gobierno autonómico o municipal (y ya veremos qué ocurre con el nacional), pacten con quienes no hace tanto aseguraban que no irían a ningún lado. Y me estoy refiriendo al pacto alcanzado en la Comunidad Valenciana o en
ayuntamientos como Burgos o Valladolid y ya veremos qué ocurre en regiones como Baleares o Extremadura. De cualquier manera, de lo que estoy convencido es de que nos vamos a divertir y avergonzar con algunos parlamentos o plenarios lo mismo que nos estamos divirtiendo y avergonzando con personajes como el vicepresidente de la comunidad de Castilla y León. Y no puedo pensar de otra manera cuando he defendido siempre el derecho democrático que tenía Pedro Sánchez a pactar en el Congreso de los Diputados con todas o algunas de las fuerzas presentes siempre que esas fuerzas estuvieran dentro de la legalidad de nuestra Carta Magna. En efecto, me refiero a Bildu o a ERC.
Y sí, el Partido Popular tiene un problema y deberá explicar a los españoles las razones que le llevan a pactar con Vox cuando siempre renegó de ellos. Pero es que el Partido Popular tiene otro problema y, a mi juicio, grave. Ni en la campaña electoral del 28 de mayo (en clave nacional como aseguraban todos), ni ahora, ni en todo el tiempo que lleva Pedro Sánchez al frente del Gobierno de la nación el PP ha sido capaz de explicar a los españoles qué es lo que quiere hacer cuando llegue a la Moncloa en el caso probable de que llegue tras el 23 de julio, seguramente, con el apoyo de Vox. En todos estos años solo he oído a Pablo Casado y a Alberto Núñez Feijóo, así como a dirigentes del partido y medios de comunicación afines, descalificar al presidente del Gobierno dentro y fuera de nuestras fronteras; solo he oído mensajes de odio hacia el presidente del Gobierno con el peligro que ello supone y desprecio a quienes le votaron; y he visto escaso sentido de Estado en el rechazo de gran parte de las medidas que se tuvieron que adoptar con la pandemia. Pero lo que no conozco es qué quiere hacer el PP si llega a la Moncloa. Por el contrario, tanto Pedro Sánchez como el Gobierno de coalición que preside sí tiene en su haber todas las medidas económicas y sociales derivadas de la pandemia como son los ERTE que salvaron miles de puestos de trabajo; las leyes de Educación, de Violencia Machista, de la Eutanasia; la ley de Protección a la Infancia; el plan de excepcionalidad ibérica que tan buenos resultados ha dado en la factura energética; la ley de Bienestar Animal; la reforma laboral; la ley de Ciencia, la de Cine y la Cultura Audiovisual; la ley de Garantía de la Libertad Sexual, la de Igualdad de Trato y no Discriminación; la del Aborto; la de Vivienda; la subida del Salario Mínimo Interprofesional, el Ingreso Mínimo Vital, la reforma de las Pensiones, la reducción del desempleo; la caída de la inflación hasta situarla en niveles más bajos que la media europea; la gestión de los fondos europeos habilitados por Europa tras la Covid-19… y hay más.
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También algunos fiascos, como la decisión unilateral sobre el Sáhara Occidental o la ley del 'solo sí es sí', posteriormente enmendada. Gustarán más o menos estas leyes, pero al menos tienen algo con lo que ir a unas elecciones. El PP, de momento, solo sus pactos con Vox.
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