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Por mucho que algunos se empeñen en negar el cambio climático y crean que todo lo que nos está ocurriendo en los últimos años es algo normal, a juzgar por las temperaturas que estamos padeciendo estos días es difícil determinar si estamos en octubre en ... el inicio del curso o, por el contrario, en junio en el final del mismo. Porque no hay grandes diferencias de un mes a otro. En Canarias, incluso, han cerrado colegios y han decidido que los niños no vayan a clase durante unos días por las elevadas temperaturas.
Lo cierto es que el calor continúa y durante las horas centrales del día no hay demasiadas diferencias con los meses de julio y agosto. En fin, que me río yo cuando a finales de septiembre hablan del veranillo de san Miguel. En Almería no hay transición entre el verano y el veranillo este que nos llegó con el mismo calor que en los meses del estío. Eso sí, al menos ya por las noches las temperaturas descienden un poco y conciliar el sueño es más fácil y confortable.
En definitiva independientemente de que estemos en octubre aunque parezca junio, lo relevante es que el curso ha comenzado y niños, adolescentes y jóvenes ya se encuentran en sus colegios, institutos y universidades. El de la educación es un tema recurrente del que todo el mundo tiene su opinión, pero que existe unanimidad en considerar que los planes de enseñanza en este país dejan bastante que desear. Motivos para ello, pues supongo que muchísimos, pero para afianzar esa sensación lo mejor es ver el resultado que arrojan los diferentes planes de estudio que se han implementado en este país a lo largo de las últimas décadas. Yo no soy docente ni tengo hijos en edad de formarse así que escribo de lo que veo; lo digo porque seguramente habrá profesores que no estén de acuerdo conmigo, pero vaya por delante que mi opinión es una más sin ninguna pretensión de hacerla extensible a los demás y más fruto de la observación que de la certeza.
Para mí la educación es todo lo que define al ser humano. Desde la urbanidad y el civismo a las buenas maneras y el saber estar. También la manera que cada cual tiene de expresarse. Y en este punto qué quieren que les diga yo oigo a jóvenes con estudios hablar y alucino de la pobreza del lenguaje y de la incapacidad que manifiestan para expresarse con corrección. Por supuesto no es mi intención generalizar porque de hacerlo demostraría ser poco realista ya que hay jóvenes de un nivel cultural y formativo alto.
Pero me pregunto a qué se han dedicado algunos jóvenes cuando iban a clase o qué les han enseñado en sus años de colegio e instituto. Porque, claro, como se expresen ahora es fruto de lo recibido en clase y en casa, lo mismo que los conocimientos que demuestran los han debido de recibir en sus años de estudiantes. Lo digo porque el otro día alucinaba cuando vi en televisión una encuesta hecha en la calle. Los encuestados eran chicos y chicas que rondaban la veintena.
La primera pregunta que se les hizo fue que dijeran cuál era la capital de África. Las respuestas fueron variadas desde Nigeria, Marruecos o Camerún. Hubo un joven que con vehemencia aseguró que la capital de África era Sudáfrica. Para rizar el rizo se les preguntó por el idioma que se habla en África y aquí sí todos 'acertaron' al decir que en África, lógicamente, se habla el africano. No sé si esa encuesta coincidió que la vieron profesores de estos jóvenes que de ser así sería mejor que se dedicaran a otra cosa.
Pero tampoco sé de qué me extraño. En junio se publicó que en Andalucía los opositores a impartir la asignatura de Lengua podían aprobar hasta con 9 faltas de ortografía. Si un profesor de Lengua puede ejercer la docencia con ese carro de faltas de ortografía a nadie puede extrañar que los alumnos las tengan en más cantidad y, lo que es peor, que no se le dé importancia a tenerlas. Hecho favorecido más aún por la mayoritaria ausencia de lectura de libros y la generalizada pseudoescritura que se utiliza en el lenguaje por el teléfono móvil que a uno le dan ganas de sacarse los ojos.
A nadie se le ocurriría permitir a un cirujano cierto número de errores en sus intervenciones quirúrgicas ni a un profesor de autoescuela no conocer en su totalidad el código de circulación, por lo que no se entiende que quien vaya a enseñar el idioma a sus alumnos no sea escrupuloso con el mismo. Así, tampoco es de extrañar que uno se deprima cuando se encuentra con faltas de ortografía leyendo un periódico o se tape los oídos cuando escucha a algunos periodistas cómo se expresan a través de la radio.
En fin, que creo yo que deberíamos ser más exigentes en muchos aspectos de la vida y en el de la formación no podemos ser laxos de ninguna de las maneras.
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