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Recuerdo lo mal que me sentaba, e incluso me ofendía e indignaba, cuando algún adolescente o joven se dirigía a mí con el apelativo de 'señor' o el tratamiento de usted. Eso para un hombre de 45 años era como un insulto porque me sentía ... joven, muy joven y el tratamiento tenía que ser de tu, de igual a igual. Claro, ahora contemplo eso desde la distancia y considero hasta un halago que me dijeran señor con 45 años. Porque los años pasan y no nos damos cuenta. Solo lo percibimos cuando echamos la vista atrás y hablamos de tiempos pasados y decimos eso de 'hace nosécuántos años' y resulta que al margen de ellos aún hay varias décadas vividas antes de esa cifra. El caso es que nos hacemos mayores y no nos enteramos. Bueno, nos enteramos cuando, por ejemplo, se nos cae algo al suelo y al agachamos a recogerlo percibimos que ese suelo cada vez está más lejos y cuesta más llegar a él. Cuando resulta que al ver a un prójimo siempre piensas que es mayor y el palo viene cuando te enteras de que le llevas varios años. O cuando viene el típico gracioso y te felicita tu cumpleaños diciendo «deseo que cumplas los que aparentas».
Yo fui consciente de que cumplía años cuando viajaba a mi pueblo e iba al cementerio a encontrarme con el recuerdo de mis padres y resulta que en el camposanto tenía más familia y conocidos que visitar que fuera de él. El otro día recibí una fotografía en la que aparece un grupo de compañeros, hombres y mujeres, de la facultad con una invitación para participar en unos actos que están organizando para celebrar que hace 40 años acabamos la carrera y salimos de la Universidad. ¡¡40 años!! Contemplaba la foto y veía a aquellos veinteañeros con los que estudié durante cinco años y se me antojaba que habían sido pasados por algún programa de esos que te avejentan y te ponen años encima. Pero no, eran ellos pero con 40 años más. ¡¡Alucinante!! Pero es que la vida es así y pasa tan rápido que cuando te vienes a dar cuenta ya aceptas con total normalidad que te hablen de usted o se dirijan a ti como señor o caballero y si no lo hacen hasta te parece que, en cierta forma, te están faltando porque te has ganado con el paso de los años ese respeto. Cuando llegas a cierta edad te das cuenta de que el tiempo pasa tan rápido como lento transcurría cuando tenías 15 años y querías a toda costa ser mayor.
Al final he tenido que admitir que me he hecho mayor y que el horizonte se va acercando. Sobre todo, cuando ya has dado sepultura a quienes por ley natural tenían que morir antes que tu y te colocas con todos los merecimientos en la 'pole position' sin que nadie te tape la vista. Un poco deprimente sí que es, pero no tanto porque cuando todo lo que te rodea está en equilibrio y los problemas son llevaderos la tranquilidad, el sosiego y la experiencia que te da la edad no es tontería.
Ha llegado un momento en que lo primero que pienso cuando me despierto es que me tengo que morir, pero mi indolencia y mi procrastinación (tremenda palabreja que nunca la habíamos oído y ahora nos sale por todos lados), hace que indefectiblemente lo deje para otro día. El caso es que la vida pasa y viene marcada por retos que nos ponemos por delante o hitos que deben cumplirse. Por ejemplo, recuerdo cuando era mucho más joven que un día un diputado, senador y después ministro de Fomento que se llamaba Francisco Álvarez Cascos dijo que para 2005 nos podríamos subir al Euromed que conectaría Almería con La Junquera. Entonces acogimos el anuncio con alegría y esperanza pensando que esta provincia pasaría a estar conectada con el resto del continente de manera aceptable. Esa alegría y esperanza se fue tornando en escepticismo a medida que pasaban los años y el Euromed no llegaba y en desilusión, enfado y sentimiento de que nos habían tomado el pelo cuando aún hoy tampoco estamos seguros de que nos subamos a un tren moderno de alta velocidad en 2026 y Almería deje de estar aislada con un transporte competitivo y maltratada a base de promesas y anuncios que no se cumplen.
Pero el nivel de exigencia también se va diluyendo con el paso de los años y lo que quieres es no comerte la cabeza con preocupaciones externas. Ahora mis metas están en vivir en una ciudad limpia y cómoda en la que las obras siempre necesarias se hagan con cabeza más pensando en los vecinos que en criterios políticos; una ciudad y una provincia en la que las promesas que los partidos políticos nos van a hacer en este año de elecciones municipales y generales se cumplan y no se queden en el olvido como se quedaron otras de campañas electorales anteriores. Quizá todo ello sea mucho desear, así que me contentaría con ver cómo echan una capa de asfalto en la calle San Juan Bosco que la abrieron de lado a lado, la cerraron pero se olvidaron de asfaltar aunque incomprensiblemente sí repintaron algunos pasos de cebra.
Y si todo ello es mucho esperar pues lo mismo me tengo que conformar con una jaculatoria a San Isidro Labrador para ver si conseguimos que llueva de una vez.
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