Acabamos de vivir una Semana Santa histórica en términos económicos. La movilidad del turismo, sobre todo nacional, ha sido espectacular y no hay rincón de este país que no haya sido visitado por algún foráneo. Esto hace pensar que el verano va a romper todas ... las estadísticas y el sector vivirá uno de sus mejores años, más aún que en los ejercicios previos a la pandemia de coronavirus. Y todo ello a pesar de la inflación y de los mensajes catastrofistas de los agoreros que nos bombardean con soflamas demoledoras sobre el devenir de España, aunque la evolución de este país es, sin duda, a mejor según los datos macroeconómicos que se manejan. Al parecer los españoles han optado por no quedarse en casa y la mayoría viajará, como lo ha hecho en Semana Santa, aunque lo hagan menos días y sacrifiquen parte de su capacidad de ahorro.

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En definitiva, que los españoles ya no se quedan en casa y se mueven y lo van a seguir haciendo. Un dato que llama poderosamente la atención es que el trabajo, o la falta de él, ya no es la primera preocupación de los ciudadanos de este país, sino que la vivienda se ha colocado a la cabeza de lo que más nos inquieta. Tener un techo en un derecho constitucional, pero el abuso en los precios de los alquileres lo está dinamitando.

Pues sí, la Semana Santa ha sido espectacular en toda España. También en Almería donde el lleno en los hoteles se ha rozado y la afluencia de visitantes ha ido en aumento. En términos económicos es muy positivo para esta provincia que recibe, a pesar de lo complicado que es llegar en transporte público, a miles de personas que vienen a disfrutar de sus encantos naturales y de su atractiva oferta turística. Y dentro de esta oferta se encuentra también, aunque en menor medida que en otras ciudades andaluzas como Málaga, Sevilla o la vecina Granada, la representación callejera de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

Debo confesar que yo no he sido nunca de desfiles procesionales que los contemplo como un espectáculo que no me atrae la atención. Pero no es así para las miles y miles de personas que salen todas las tardes y noches a las calles del centro de la ciudad para contemplar las procesiones que las diferentes hermandades protagonizan en la calle. Visualmente pueden ser llamativos, no digo que no, pero observando a la mayoría de los que acuden a ellos no parece que vaya más allá de eso, de una puesta en escena atractiva y espectacular con unos ingredientes que contribuyen a ello como el silencio, el recogimiento, la música o la belleza de las imágenes. Pero no sé si eso es suficiente porque el verdadero sentido de la Semana Santa se ha ido diluyendo con el paso de los años para suponer, para la mayoría, un espectáculo para la vista que no va más allá, al tiempo que se ha ido perdiendo en espiritualidad.

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Contemplar el desfilar de los diferentes pasos por las calles estrechas de la ciudad o salir de sus sedes es bello y tiene un gran mérito por parte de los que lo hacen posible. Pero si se echa un vistazo general a quienes lo contemplan llegas a la conclusión de que a una gran parte ni les va ni les viene más allá de contemplar las evoluciones de los mismos. En muchos casos ni recogimiento ni sentimiento ni corrección en la manera de estar ni de vestir.

Pero tampoco esto debería sorprender tanto, aunque sí preocupar a quienes velan por el catolicismo en este país, puesto que el problema se da a nivel general y no solo provincial. España se está consolidando como un estado aconfesional como recoge la Constitución de 1978. A pesar de que un porcentaje que supera el 90% de españoles se declara católico, lo cierto es que esa cifra se desploma cuando se pasa de la declaración a los hechos.

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Según el informe Foessa (Fomento de Estudios Sociales y Sociología Aplicada), entidad privada sin ánimo de lucro, de ámbito estatal, fundada por Cáritas Española, en 1973 el 70% de la población acudía a misa los domingos; porcentaje que se ha desplomado y que supera ligeramente el 16% según datos de 2021. Mientras estas cifras toman fuerza hace unos días oí en la radio que el 65% de los españoles acude a contemplar las procesiones de Semana Santa. A pesar de ello, la laicidad se va consolidando en este país y sirva como ejemplo que el número de matrimonios eclesiásticos ha pasado del 70% de 2001 al 20% de 2020. Tomando datos de la propia Conferencia Episcopal Española en el año 2000 unas 163.000 parejas se unieron por la Iglesia, mientras que en 2020 la cifra se dividió por cuatro siendo 41.975 parejas las que acudieron a un templo para contraer matrimonio.

Y otro dato aún más alarmante en el mundo del catolicismo de cara al futuro es que el porcentaje de niños no bautizados ya supera al de niños que sí han pasado por la pila bautismal. Según esto, tampoco debe extrañar la preocupación de un obispo español que declaró en su momento que «si no cambia la cosa, sólo celebraremos funerales».

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