125 años de la Guerra de Cuba
Aquella contienda fue, por encima de todo, desequilibrada
Juan José Plasencia Peña
Martes, 26 de julio 2022, 00:27
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Juan José Plasencia Peña
Martes, 26 de julio 2022, 00:27
Año tras año, cuando llego al tema de la Guerra Hispano-Americana de 1898, o Guerra de Cuba, como suele llamársela, algunas de mis alumnas ... y alumnos de 2º de Bachillerato de la comarca de Huéscar, y, sobre todo, aquellas y aquellos que han nacido en la Puebla de Don Fadrique, se apresuran a recordarme la historia de Eufemio Sánchez Martínez, defensor de Báler y, por consiguiente, uno de los últimos de Filipinas. Incluso del homenaje que, hace pocos años, le tributó el Ejército. Hasta de una hija que, aunque de muy avanzada edad, aún vive, o vivía.
Heroicidades aparte, no cabe duda que aquella contienda, de la cual el año próximo se cumplen 125, fue, por encima de todo, injusta y desequilibrada. Injusta porque la prensa y la opinión pública yanqui, dirigida con habilidad, acusó a España de toda suerte de tropelías, exageradas unas y por completo imaginarias otras, a fin de justificar una declaración de guerra a nuestro país por parte del gobierno norteamericano, campaña que culminó con la falsaria acusación a las autoridades españolas de haber provocado, valiéndose de una mina o por medio de sabotaje, la explosión y hundimiento del acorazado norteamericano Maine, que, en aquel crucial momento de máxima tensión entre Madrid y Washington, se encontraba anclado en el puerto de La Habana como garantía de protección hacia la colonia estadounidense en la isla. Y fue una lucha desequilibrada hasta el extremo, que enfrentaba a un Imperio decrépito como el español, que había iniciado su declive 300 años antes, cuyas fuerzas terrestres y navales más que anticuadas eran anacrónicas y que carecía por completo de respaldo internacional, nada menos que con los Estados Unidos, que, a fines del siglo XIX, podían reclamarse, con toda objetividad y justicia, como la quinta gran potencia mundial, por detrás tan sólo, y por este orden, de los Imperios Británico y Ruso, del Segundo Reich alemán y de la Tercera República francesa.
Por encima de todo, la guerra de Cuba y Filipinas y, como no podía ser de otra manera, la estrepitosa y humillante derrota en que terminó, representó para la sociedad española un terrible mazazo moral. De esa conciencia del aplastante ridículo militar, del llamado Desastre del 98, que tan en lo profundo golpeó la conciencia española, surgieron movimientos intelectuales como el Regeneracionismo o la llamada Generación del 98. El escritor y filósofo Ángel Ganivet, considerado precursor de esta última, había criticado con dureza la política colonial española en su libro 'Idearium Español', publicado en nuestra ciudad un año antes del Desastre, para hacerse también eco de la magnitud del mismo en una de sus cartas a Miguel de Unamuno, la última que apareció publicada, años después de la muerte del granadino, en el volumen que lleva por título 'El Porvenir de España'.
Incluso entre los dirigentes y la opinión pública de las grandes potencias coloniales de Europa empezó a surgir cierta inquietud y preocupación ante el creciente poderío yanqui, que de manera tan formidable se había evidenciado en el conflicto contra España. Quizás no sea aventurado afirmar que ese fue el motivo que llevó a Francia a ofrecer su mediación entre España y Estados Unidos, evitando así que el gobierno americano se apropiase también de las Islas Canarias, como algunos exaltados pretendían. Al mismo tiempo, la soberbia de la sociedad europea se negó a admitir que alguien de los suyos hubiera sido vencido por un país de otra parte del mundo y de ahí surgió aquel dicho, tan humillante para nuestro país, pero que dejaba a salvo la supuesta superioridad del llamado por la historiografía continente dominante: «Europa empieza en los Pirineos».
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