
Querida Granada:
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A menudo nos acercamos al dolor de María desde el ángulo exclusivo del sufrimiento. Es cierto que el ser humano empatiza con esta ... realidad porque de una manera u otra nos acecha a todos.
Pero también nuestra Madre tiene lágrimas de compasión y solidaridad, lágrimas de alegría y agradecimiento. Esas lágrimas que nos hacen más humanos y nos lanzan a salir de nosotros mismos, de cada corazón. Madre que acoge la dificultad, abraza y perdona, que crea unidad y paz. Es su belleza traducida en amor lo que vemos en Ella, mucho más intenso en este mes de septiembre.
Carrera de la Virgen, 31 de agosto, escoltada de árboles, campanas repicando al vuelo, anuncian que llega tu mes. Cuánto por pensar, cuantas plegarias sin hablar que pasan frente a tu puerta y, cómo no, perfume, el olor a nardo, nardos de septiembre y de trono, de ese trono que al final de mes saldrá a recorrer las calles de Granada.
Toda Granada te siente, toda Granada te da gracias. Cuántos pensamientos y cuantas situaciones en la que tú has sido su salvación, su tranquilidad, su cobijo y amparo, el amparo de esta ciudad desde hace 500 años a la que tú viniste a quedarte. Aquí, en la carrera, la Vecina de Granada, esa vecina que todos quisieran tener a nuestro lado, cuando hace falta.
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Y cómo no, llegó el día de tu santo, quince de septiembre, día glorioso, lleno de alegría, de fiesta, esas rejas que cubren tu fachada, miles de granadinos pasaron para colocar ese ramo, ramo que traen a su Madre, a la que dan gracias por todo aquello que les regala día a día.
Miles de ramos y flores apiñadas, rosas, claveles, nardos, todo un sinfín de colores que adornan tu Basílica, pétalos que caen del cielo como palio de trono que te guarda. Y tú, a la puerta de tu casa, ves pasar a tus hijos vestidos de sus mejores galas.
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Hoy es el último domingo de septiembre. Esta tarde sale Ella, la Madre de la Carrera, la que a su paso, con tristeza en su mirada, transformará tu pena. ¡Ampárame Madre mía!
Las campanas invitan a los fieles a elevar sus corazones al cielo y los corazones, con las alas de la fe y del amor, se remontan a esa altura indefinida y allí se encuentran con la Virgen de las Angustias, que ha tornado sus dolores en gloria y, como Madre que es, presenta al Eterno Padre sus devotos diciendo: «estos son los hijos de Granada, estos son los que a mí me están encomendados y es mi deseo que todos vayan siempre por los senderos de la salud».
Hoy nos sigues amparando a todo aquel que se acerca a ti en toda su amplitud de necesidades.
Debemos mimarte, cuidarte, protegerte, embellecer tu rostro, envolverte en rezos de verdad, para que por los siglos de los siglos sigas siendo el amparo de la ciudad.
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Antonio González. Hermano Mayor de la Muy Antigua, Pontificia, Real e Ilustre Hermandad Sacramental de Nuestra Señora de las Angustias, Patrona de Granada y su Archidiócesis.
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