Exaltados del terruño
Antonio Mesamadero
Martes, 14 de mayo 2024, 00:06
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Antonio Mesamadero
Martes, 14 de mayo 2024, 00:06
Gracias al doctor Georges Brassens he desarrollado una profunda alergia a los nacionalismos supremacistas. Si todos los pueblos del mundo son iguales a los ojos de Dios, ¿quién soy yo para llevarle la contraria al Todopoderoso? Yo no, pero Puigdemont sí. Tal vez porque el ... flequillo de ese pelo rebelde le impide ver una realidad catalana sin chifladuras, o simplemente porque vive como Dios defendiendo su estrecha visión de lo que significa una patria.
Puchi es de los que defienden que Miguel de Cervantes se llamaba en realidad Joan Miquel Servent y era catalán, y que Leonardo Da Vinci era en verdad Leonard Da Vic antes de que la historia falseara su nombre. No es chiste. Este derrotero absurdo-cultural terminará con seguridad tocando también a los granadinos universales, y de seguro que algún iluminado pseudohistoriador del vivales de Waterloo afirmará que Federico García Lorca era en realidad Frederic Garçía Llorca, nacido en un pueblecito del Ampurdán llamado Fontvaquers y que era de padres payeses. O que Pedro Antonio de Alarcón fue bautizado bajo el nombre de Pere Antoni i Alarcó. En fin, que servidor admira a Salvador Dalí profundamente, pero no por eso me invento unas raíces granaínas y digo que su verdadero nombre era Salvador el de Dílar.
El nacionalismo es pura idolatría. Tiene su mitología, sus mandamientos y sus políticos vestidos de profetas metiendo la mano en el cepillo de la iglesia. Ganó Illa, que dicen tiene cara de filósofo. Yo le veo más bien cara de asistir al funeral de un filósofo. Pobre hombre, la tribu caníbal puigdemoniana no va a dejar de él ni las gafas.
Dicho esto, no creo que exista una cultura más antigua que la granaína. En los adentros de un ciudadano malafollá 'puro' conviven muchas procedencias, razas, culturas y religiones, sin que por ello el granaíno utilice jamás esa horrible palabra: charnego. De hecho, nuestro himno, el andaluz, es un canto 'for Spain' y la humanidad. Nadie es extranjero en nuestra tierra, salvo que venga en sandalias con calcetines. A esa gente no la queremos: estropea el paisaje.
Los nacionalismos mal entendidos funcionan como los cangrejos: siempre hacia atrás, pero a qué velocidad. Somos simplemente un accidente geográfico-sexual; aquí no hay ni pueblos superiores ni raza caviar. Si yo hubiese nacido y crecido en Hawai, ahora sería un hawaiano malafollá en lugar de un granadino malafollá y diría 'aloha' hasta en el ascensor. Pasaría mis días vestido de nativa y bailando el 'hula' antes y después de las comidas. Nadie es especial por ser de un sitio o de otro.
Epílogo: qué razón llevaba Zapatero cuando decía que la tierra no es de nadie. Ni siquiera la nuestra.
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