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Si tuviera que describir la arquitectura de bastantes de las palabras que oigo habitualmente, diría que tienen la poca rectitud de la Torre de Pisa y que están casi siempre inclinadas hacia la crítica. Somos lo que hablamos, y si hablamos tonterías es que inexorablemente ... somos tontos.
Todo este prólogo para hablarles de la eterna palabra de moda: facha. 'Facha', más que un vocablo, es una sentencia, aunque quisiera precisar que hay fachas de todas las ideologías, porque, como dijo Woody Allen, también hay reaccionarios de izquierdas.
Me deprime el zascandil político que despacha al contrario con el calificativo de «es un facha», acusación tan reaccionaria como sentenciar a una persona con un pulgar hacia abajo, como ocurría en la antigua Roma –esquina foso de los leones– y ahora en el circo romano de las redes sociales, donde los mordiscos se dan con más mala leche.
Pero, ¿de qué está hecho un facha? Diseccionemos al maligno ser. El facha es, según el diccionario ultraprogre, un sujeto que maneja mucha pasta. Entonces, pienso yo, todos queremos ser fachas, porque, como dijo un iluminado, «la felicidad está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna…». Lo más gracioso de esta frase es que la pronunció Marx, pero no te asustes, porque fue Groucho Marx.
Hace años, por pura casualidad, conocí a un broker de una Bolsa nortamericana. Esta desdichada criatura adinerada me dijo que trabajaba 16 horas al día para poder retirarse a los cincuenta años forrado para varias vidas. En un momento de la conversación, él bajó las pestañas y alzó su barbilla con solemnidad, como en posición de disparo, y me preguntó: «Antonio, ¿cómo puedes vivir con tan poco?». A lo que yo le respondí también con un gancho de barbilla: «Eso mismo me pregunto yo. ¿Cómo puedes vivir con tanto?». Los dos nos echamos a reír inmediatamente, porque a pesar de las claras diferencias entre nosotros –el tenía barriguilla de preñada de cuatro meses y yo aún conservaba el vientre plano– había respeto en la mirada. De haberle pasado esto a uno que ve fachas por todas partes, habría llamado inmediatamente a su mujer para contarle: «¡Niña, tú no sabes el pedazo de facha yanqui 'forrao' de pasta que he conocido hoy!». O sea, que solo por tener dinero ya eres eso. La simpleza es gorda, pero ha calado en la gente.
En definitiva, la palabra 'facha' es una tontería, pero es la tontería estrella de la próxima contienda del 23-J. Nos vamos a hartar de escucharla. El granadino ha pasado del clásico «dame pan y dime tonto», al «dame infraestructuras y llámame facha». La situación es desesperante al respecto.
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