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La investigadora granadina Alba Sánchez ha sido seleccionada para simular en el desierto de Utah una estación espacial en Marte. La noticia me lleva a preguntarme: ¿aceptaría un servidor una invitación del jefe de la NASA para viajar gratis al espacio? No, aunque se ponga ... de rodillas. Me vacuné del miedo a los aviones gracias a un vuelo a Japón donde permanecí 14 horas debajo del asiento en posición fetal, pero me da vértigo el simple hecho de imaginarme dentro de un cohete, mariposeando a cámara lenta en medio de un universo sin propósito y viendo cómo cada vez que orino mi pipí se estrella en el techo en lugar de hacerlo contra el váter. La ley de la gravedad es bastante más higiénica que la ingravidez.
Solo sé que no sabemos casi nada acerca de ese cosmos al que me asomo en las noches rasas y cálidas desde mi ventana. Cuando pienso en lo grande que es –casi tanto como el agujero negro de la deuda pública española– se me coge el clásico pellizco existencial, ese que el gran poeta Forges reflejó magistralmente en uno de sus versos gráficos: «En un universo infinito e ignoto, somos minúsculas partículas que sobreviven por casualidad. Y algunos con almorranas».
No tengo ni telescopio ni catalejo, y no me apetece descubrir otros mundos salvo los del lujo salvaje. Imagínate lo que me interesa Marte. Tampoco me desvela desconocer los motivos personales del universo para querer expandirse hasta el infinito como uno de esos matrimonios de recién casados que se abonan a la curva de la felicidad: la Teoría de Cuerdas contra la Teoría de Curvas. Eso sí, no tengo dudas de que tarde o temprano alguien querrá cobrarnos el IBI universal, un bonito impuesto anual por residir en el cosmos.
En cierta ocasión, Marilyn Monroe invitó a Albert Einstein a tener un hijo juntos, porque de tan pintoresca unión saldría un niño con la belleza de ella y la inteligencia del físico alemán. Einstein, consciente de que en ocasiones Dios juega a los dados con el universo de la genética, le respondió que tal vez podría suceder todo lo contrario y que saliera un niño feo y además tontico.
Posdata: en Granada también podemos encontrar unos cuantos 'hijos de Utah'.
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