La escritora surcoreana Han Kang, que no figuraba en las quinielas, ha ganado el Nobel de Literatura gracias a la intensa prosa poética con la que describe la fragilidad de la vida humana. Contigua a esta noticia, la reseña de la muerte de Mayra Gómez ... Kemp. La literatura imita a la realidad.
Publicidad
Hace cuatro décadas, cuando la televisión no era un arma de perturbación masiva, los viernes por la noche no los reservaba para mi novia, sino para Mayra, aunque ella siempre terminara dándome calabazas a mí y a todos los miles de granadinos que disfrutábamos de su compañía semanal. La amable y sonriente presentadora ha fallecido de una caída a los 76 años, pero conviene señalar los problemas de salud que venía arrastrando desde hacía años eran debidos al tabaco, algo que ella reconoció en una tan dramática como emotiva entrevista en televisión. La vida es frágil, puro humo, y los que hemos perdido a alguien querido por culpa de la nicotina sabemos lo terrible de una enfermedad provocada por ese hábito.
Soy no fumador porque tengo suficiente con estar enganchado a los libros. Reconozco que he leído algunos infumables, pero nunca han dañado mi salud en exceso. Ahora bien, no saco una ristra de ajos como si hubiera visto al mismísimo Drácula cada vez que alguien se acerca a mi parcela de oxígeno con un cigarro encendido. Estoy acostumbrado, ya que durante mi juventud transitaba por esas fiestas de la humareda que eran los bares y las cafeterías en aquel remoto tiempo. En muchas ocasiones incluso tenía que utilizar una linternilla para poder localizar la cerveza o el café en mi mesa, ya que todo estaba envuelto en una bruma tabaquera al estilo de las neblinas londinenses que aparecen en las películas de Sherlock Holmes. Y a pesar de todo, conviví sin conflictos con los fumadores más recalcitrantes de esos establecimientos, a pesar de que con el humo siempre los viera borrosos. Ahora bien, no aguanto a las personas que fuman cerca de un bebé o de un enfermo. Me parece un crimen.
La cosa ha cambiado gracias a que los fumantes del siglo veintiuno, en general, tienen respeto y decoro hacia los demás cuando encienden un pitillito. Y si no, una sugerente mirada fija puede ser suficiente para que lo apague enseguida: campana y se acabó.
Publicidad
La conciencia de la fragilidad de eso que llamamos vida implica ser responsables con ella. Percibir la poca cosa que somos no debe sumergirnos en la inquietud de llevarnos a encender un cigarrillo tras otro o bebernos las reservas de las Bodegas Tío Pepe para olvidarnos de la escasa irrelevancia existencial que tenemos, porque estaremos añadiendo riesgos innecesarios a ese recipiente muy dado a quebrarse con cualquier cosa llamado salud. Nadie describe mejor la fragilidad de la vida que Pessoa, precisamente, en su poema «La tabaquería».
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.