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Generar injusticia social es la afición estrella de la codicia humana. Algunos lo llaman capitalismo salvaje, pero no deja de ser codicia desmedida, ansia por el dinero, o simplemente el origen de todos los males.
El covid nos ha enseñado que la vida tiene los ... pies de barro y la economía es sísmica por naturaleza. En Granada, tierra de la codicia cimentada en el 'chavico', la economía funciona con parámetros similares a los de nuestro castizo enjambre sísmico.
Los granadinos nos hemos acostumbrando a las continuas sacudidas en nuestros bolsillos y a recortar por sistema un poquito de aquí y otro poquito de allá. Y cada uno de esos «poquitos» es mover unos centímetros los cimientos de nuestra economía particular o familiar hasta que cruje la cosa y se produce el 'Big One' de no llegar a fin de mes a principios de mes.
El vacío existencial es una cosa tremenda, nadie lo cuestiona, pero no es comparable al vacío estomacal. Eso sí que es existencialismo puro, porque o comes o dejas de existir. En esta Granada de las sequías poca gente nada ya en la abundancia. La clase acomodada ha pasado a ser clase media-alta, la clase media ha descendido a clase baja, y la baja a categoría de olvido. Una 'fina estampa' social, sin duda.
Hace poco tuvimos a Joan Manuel Serrat en nuestra tierra. Tan ilustre presencia me llevó a recordar muchas de las canciones que dedicó a Miguel Hernández, especialmente la que dice «la cebolla es escarcha cerrada y pobre».
Yo añadiría que también la Granada es cerrada y pobre, al menos la Granada real, la que es mecida en una cuna del paro, la falta de oportunidades, la vivienda por las nubes y la inflación. La Granada que se pega un lingotazo de optimismo cada mañana para no llegar a la conclusión de que la vida es una cebolla y hay que pelarla llorando.
Es palpable que muchos paisanos viven al límite de lo mínimo, en la privacidad de cuatro paredes custodiadas por el banco, en un alquiler que se lo come por los pies como Saturno a sus hijos o bajo el paraguas insuficiente de las ayudas sociales.
Joan Manuel Serrat es una persona sensible donde las haya; así lo atestiguan el trémolo de su voz y esos ojillos que se iluminan como estrellas de agua cuando canta. Las penas económicas con un poco de música de Joan Manuel, son menos. Todo pasa y todo queda, como las crisis económicas en esta tierra.
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