Salir corriendo

Nadie cuestiona que la salud es la mayor de las riquezas. Pero al igual que ocurre con el dinero y el amor, solo se valora cuando se pierde o la disfruta otro. Dicen que el deporte la protege, pero conviene precisar que para una vida saludable mediante el ejercicio hay que tener tiempo y un amplio sentido del ridículo, ya que no todo el mundo es capaz de lucir un chándal sin avergonzarse de su cuerpo o provocar la hilaridad entre sus semejantes.

La vida diaria trabaja a conciencia para destruir la alegría física de las personas, pero solo la de las buenas. Ser sensible, cariñoso, honrado y además tener una salud de hierro es pura utopía. La buena salud se enamora preferentemente de la gente malsana. Individuos dañinos con achaques serios los hay, pero son un reducido grupo y además se cuidan muy bien.

Hay quien se hace 'runner' pero no tiene mucha suerte eligiendo recorridos, valga como ejemplo el centro de Granada y sus aromas a jazmines y tubos de escape. Los tosidos de perro entre zancada y zancada reflejan lo desafortunado de su elección. En definitiva, no hay nada que haga pensar más en la fugacidad de la existencia que un individuo arrastrándose en zapatillas.

Sinceramente, no entiendo esas palizas que se dan algunos corriendo y que derivan en agujetas hasta en las pestañas o relinchos cardíacos. En mi modesta opinión, el ejercicio físico del andariego es la forma más inteligente y serena de que al corazón no le «pete la patata». Caminante no hay camino, se hace camino sin reventar corriendo.

Epílogo a lo grande: Ya lo dijo Jimi Hendrix: «Si soy libre es porque siempre estoy corriendo».