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Hay fulanos que confunden la sinceridad con la mala educación. Son esos sujetos que a la primera de cambio abren el grifo de la palabra ... para poner como 'chupa de dómine' hasta al más bendito. Hablo, por ejemplo, de ese tipo 'sincero' que se interesa por tu primeriza paternidad y tú, recién llegado a este mundo como padre, sacas rápidamente y con todo el cariño la foto de tu niño para mostrársela. Él, tras observar el retrato de tu angelito con la misma cara que un enterrador con almorranas, te comenta en un 'aquí te pillo, aquí te mato' de sinceridad: «No me gustan los niños». En ese momento guardas la foto, te arrepientes de ir derramando empatía por el mundo y piensas que es posible que él tampoco sea del agrado de los niños.
La sinceridad entendida desde el punto de vista moderno se sostiene sobre algo muy granaíno: la 'bocaná', que no deja de ser un acto de mala educación camuflado de sinceridad a bocajarro. En un mundo donde no hay tiempo para elaborar un discurso sincero y respetuoso, lo mejor para algunos es aferrarse al vehículo de la 'bocaná', el sofisticado todoterreno verbal que se mueve a placer en las curvas más peligrosas de una conversación y frena en seco al interlocutor.
Llevándolo al terreno de la política, ¿usted cree que existe la sinceridad en un ámbito donde Pinocho se sentiría como en casa? Recuerde el alma dormida, despierte, avive el seso y contemple la sinceridad ministerial –es de muy mala educación prometer con la boca llena de engaños– respecto a las infraestructuras pendientes con Granada. Llevamos siglos cantando el mismo villancico: mentira sobre mentira, y sobre mentira una.
Pinocho afila ya su 'lápiz de la sinceridad' de cara al nuevo curso político. Con él va a escribir una carta redactada por nuestros gobernantes en respuesta a nuestras demandas: «Estimados granadinos, sinceramente, hacemos lo que podemos».
Insisto: es de muy mala educación hablar de los problemas de Granada con la cabeza puesta en La Coruña.
Ya lo dijo Groucho Marx: «El secreto del éxito se encuentra en la sinceridad y la honestidad. Si eres capaz de simular esto, lo tienes hecho». Amén, padre Groucho.
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