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Se ha puesto de moda el sugerente término «psicópata narcisista». Antes, un vecino que no saludaba en el ascensor era un malafollá a secas, ahora es simplemente un psicópata narcisista. Antes, si un empleado de banca se echaba rápidamente las manos a los bolsillos cuando ... entraba en la oficina algún legendario moroso, era visto como un hombre prudente y trabajador celoso de lo suyo; ahora es catalogado como un desconfiado psicópata narcisista. Antes, si una suegra disfrutaba como Sade en su mejor día cada vez que el Granada CF de su querido yerno perdía un partido, era vista como una psicópata narcisista. Eso no ha cambiado. La cosa de ponerle etiquetas a todo el mundo no es nueva. En la década de 1990 se puso de moda hablar de «personalidades adictivas». Dentro de esas personalidades irresistiblemente compulsivas, existía una muy cotidiana que no molestaba a nadie en sus sobredosis: el adicto a los culebrones. Los había televisivos y también políticos, coincidiendo ambos en que sus actores sólo intentaban ganarse la vida en lo que mejor sabían hacer: actuar. Quién no recuerda la famosa telenovela 'Cristal', interpretada por la rubia talentosa Jeanette Rodríguez y el galán otoñal Carlos Mata, un actor venezolano pequeñito pero chévere que enamoró a todas las españolas en edad de eso.
Después, la cosa fue decayendo hasta que en el 2003 surgió 'Pasión de gavilanes'. Pechotes desnudos, bronceados espectaculares, depilación láser, acentos sabrosones, barbas de tres días y melenones salvajes volvieron a engrandecer el género. Del éxito de ese culebrón también tuvo la culpa aquella canción que decía «¿Quién es ese hombre que me mira y me desnuda?», y ese hombre resultó ser Cristóbal Montoro, que por aquel entonces era ministro de Hacienda y sabía desnudar al contribuyente como nadie. Paralelamente a este folletín, España ofrecía un culebrón muy bananero que se llamaba (y se llama) 'Pasión de corrupciones', que sigue siendo lo más visto dentro del telediario. Cada día, un nuevo capítulo.
Este año está causando mucha expectación un culebrón granadino protagonizado por la estrella revelación Marifrán Carazo, que hace de dueña del rancho, y el poeta tuitero Óscar Puente. En 'Pasión de trenes' no hay un gran presupuesto, pero sí muchos cambios de guion desde el Ministerio de Transportes. Nadie sabe cómo acabará esta 'trenenovela', pero tiene pinta de que en el último momento habrá un final casi feliz el día 25 de este mes, cuando ambos protagonistas se reúnan en Madrid. Eso o tal vez el principio de una gran enemistad.
El único fleco pendiente es que Puente se resiste a seguir haciendo de Betty la fea. Los ricos también lloran, pero bastante menos que los granadinos con el tren.
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