¿Qué es un pacifista? El Diccionario de la RAE, lejos de ofrecer una respuesta contundente, lo define como alguien «perteneciente o relativo al pacifismo» ... o simplemente un «partidario del pacifismo». Más claro que la RAE lo tiene un amigo mío que es un diccionario viviente abierto. Para definir a un pacifista verdadero, él recurre a las palabras del gran Tomasito de Jerez, que limpia, fija y da esplendor al asunto: «Que yo no quiero pistolas, ni tampoco fusiles, porque yo lo que quiero son papas con alcauciles. Ni tampoco pistolas, que ni tampoco metralletas, porque yo lo que quiero es la cama llena de tetas». Sin duda, unos principios pacifistas a los que nadie en su sano juicio puede oponerse, y la prueba de que el mundo se cambia cambiándote a ti mismo por la vía del «haz el amor y no la guerra».

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El camino que señala el genio de Tomasito es auténtico. En cambio, siempre me pareció un pelín falsete el de John Lennon encamándose con la inquietante Yoko Ono para un «Give peace a chance» desde un hotel de cinco estrellas y levantándose al mediodía. Así cualquiera. Ahora, imagina la misma escena pero con un currante raso y su señora de protagonistas, pidiendo la paz en el mundo mientras posan en el dormitorio sin vistas de su reliquia de piso en la Calle Precariedad. Acabada la sesión, ella se marcha a limpiar portales y él a broncearse en un andamio hasta el atardecer. ¿A que este modelo de pacifistas sí que resultan totalmente creíbles?

No hay nada más cambiante que un pacifista por conveniencia. Avivemos el seso y recordemos cuando Felipe y «Arfonzo» se desgañitaban por sacarnos de la OTAN. Fue vencer en las urnas y… «OTAN, de entrada no, y de salida tampoco». Javier solana cambió el rearme moral por el rearme a secas, y aquí paz y después gloria. Sánchez no quiere ser menos, así que en pocos años ha pasado de querer eliminar el Ministerio de Defensa a abogar por el aumento del gasto militar. Pacifismo evolutivo, se llama. Comenzar como Gandhi para acabar como Sandokán conduciendo un tanque.

«Dale una oportunidad al AVE» sería un buen lema pacifista-ferroviario. Picasso tenía su ave, una paloma, y aún ignoro por qué escogió a esa rata con alas como símbolo de la paz, cuando entre ellas se devoran las patas y cagan más que el pato patagónico: un paso, una cagada.

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El trenecito que tanta paz nos quita fue bautizado en su día con el nombre AVE, aunque algunos lo conocen ya como PAJARRACO. Eso sí, un PAJARRACO que será «madrugador» en el futuro (algo bueno tenía que tener el bicho).

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