Planeta Tierra S. A.
El niño, encaramado a los hombros de su padre, empezaba a ver el mundo como el rancho a heredar
Antonio Soler
Jueves, 13 de febrero 2025, 23:57
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Antonio Soler
Jueves, 13 de febrero 2025, 23:57
Ya estamos igualados. Todos. No ha sido el socialismo utópico. Ni tampoco la puesta en práctica de las viejas ideas anarquistas. El viento de la ... igualdad ha venido a través del Atlántico procedente de la Casa Blanca. Se acabaron los distingos. Tanto vale Pedro Sánchez como el mecánico que le revisó su coche para que peregrinase por España en busca de apoyos. Tanto Núñez Feijóo como la señora que preparaba sus empanadas favoritas en Santiago de Compostela. Todos somos subordinados. El mundo tiene un nuevo jefe que contempla el planeta Tierra como una empresa. O mejor dicho como un par de empresas que se hacen la competencia. Occidente es la empresa de Trump.
Y siguiendo esa pauta mercantil, el jefe del flequillo vaporoso se comporta como tal. Quita subsidios, manda a la calle a los que no lo alaban, ningunea a los jefecillos díscolos de las sucursales (léase jefes de gobierno) y dispone el futuro, el pan y la paz de todos sus empleados. Es decir, de todos nosotros. Se acabaron las bromas. Y así se encarga de llevarlo a la práctica su jefe de personal. Elon Musk. El delfín –mano derecha, presunto sucesor o como se quiera llamar a este jefe de personal– llevó a su niño al despacho del jefe al más puro estilo caciquil.
El niño, con nombre de fórmula matemática, X AE A-12, encaramado a los hombros de su padre empezaba a ver el mundo como el rancho a heredar y a la gente que allí había, incluidos altos secretarios y vicepresidentes anónimos, como forrraje y servidumbre futura. «Todo lo que ves, le decía papi (que quizá en la intimidad familiar sea llamado X Z elevado al cuadrado -2), un día será tuyo». Y lo que el niño ve somos nosotros. América de norte a sur, Groenlandia, el museo Europa, el resort Gaza y una parcela de la Luna. Tenemos un pie colocado en el umbral de una distopía. El Gran Hermano de Orwell ya existe, caminamos con un cerebro artificial en nuestras manos que cada vez nos absorbe más tiempo y energía pero a la vez se mantienen los rasgos más rancios y casposos de los caciques tradicionales. Una gente que tiene radicalmente claro que todos no valemos lo mismo, esa broma de la democracia. La democracia, en todo caso, puede ser un camino para conseguir el poder. Nada más. Para conseguir el poder y luego subvertir el espíritu de la democracia, naturalmente. Porque, ¿en qué cabeza cabe que X AE A-12 valga no ya como un niño de Gaza, sino como uno de Segovia o de un suburbio de Dallas por mucho que el papá trumpista del niño de Dallas piense otra cosa? Esta es la empresa en la que estamos metidos y en la que, queramos o no, nos toca fichar cada mañana, siete días a la semana.
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