Gozará siempre de mi admiración la eminente María del Mar Giménez Martínez, la mayor estudiosa que he conocido de figuras singulares y su relación con Granada, cumbres del Siglo de Oro Español, como San Juan de Dios, San Juan de Ávila, San Juan de la ... Cruz o Juan Latino, el primer negro esclavo, catedrático de latín la Universidad de Granada, porque me contagia de tal manera esta erudita investigadora con la lectura de sus apreciaciones, junto a las visitas guiadas sobre estas figuras en nuestra ciudad con sus Rutas por Granada, en coordinación con 'Granada Singular' de María Teresa Hontoria, y de tal manera me comunica su ardor, sus emociones y sus emulaciones que impele que mi 'conversión' cierta, de hace bastantes años, intente con arrojo emular a la maestra a difundir esas eminencias, honra y gloria de nuestra ciudad, fundamentalmente en este benevolente y propalador diario que nos acoge.

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San Juan de la Cruz inició su bella y relevante etapa granadina como prior del Convento de los Mártires de la orden de carmelitas descalzos entre 1582 y 1588. Su presencia dejó una profunda huella en Granada, pero lo más importante de su paso por nuestra ciudad es el testimonio literario que desde aquí dejó en el mundo entero. Fue en esta etapa cuando escribió los poemas de amor místico más bellos de la historia de la literatura universal: 'Noche oscura del alma' y 'Llama de amor viva'. Paseando por el actual Carmen de los Mártires podemos aún sentir la emoción espiritual que respiró y transmitió el santo desde allí. Como decía Manuel Machado: 'Es el más santo de todos los poetas y el más poeta de todos los santos'.

En su etapa granadina también escribe uno de los libros de ascética más rotundos y reconocidos: 'Subida del Monte Carmelo'. Si su poesía es única, llena de belleza, sensualidad, ternura y amor, su prosa es asertiva y contundente, capaz de mover y disponer el alma al camino que lleva al amor divino, a la capacidad de ser humanos desde los más altos valores, conectados con lo más sagrado.

Era menudo y muy activo. Con frecuencia subía y bajaba la Cuesta de Gómerez, como si el Mauror fuese su particular Monte Carmelo. Y es que, aunque su vida era de clausura, tenía, entre otras, una misión muy especial en la que participó desde su fundación: proteger y dirigir la vida espiritual de las carmelitas descalzas del convento de San José, fundado en Granada en 1582, hoy ubicado en la actual plaza de San Juan de la Cruz y plaza de las Descalzas.

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La fundación estuvo llena de obstáculos y aventuras en las que participó directamente San Juan de la Cruz. Todo comenzó cuando, en 1581, Teresa de Jesús decidió que había que fundar convento en Granada. Ella estaba ocupada en la fundación de Burgos y por ello elige a su 'Séneca', como ella le llamaba, para coordinar, junto a su 'Capitana de prioras', conocida como Sor Ana de Jesús, la fundación granadina.

A finales de 1581 se reunieron en Ávila, Juan de la Cruz, el padre Jerónimo Gracián y Teresa de Jesús. Tras establecer las directrices de la nueva fundación, Juan de la Cruz emprende camino desde Ávila con un par de monjas del convento de San José para la fundación del nuevo convento de la misma advocación en Granada: San José. Sería la última vez que se vieron en vida Juan de la Cruz y Teresa de Jesús. Ella tenía 27 años más que él, pero para ella Juan de la Cruz era su 'padre' y para Juan de la Cruz, Teresa de Jesús era su 'hija'.

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El viaje desde Ávila tenía un primer destino: Beas de Segura, donde estaban esperando Ana de Jesús y las monjas elegidas para la fundación de Granada. Era invierno, diciembre y tienen que esperar hasta enero porque necesitan dos confirmaciones: que poseen casa alquilada para fundar y que el arzobispo de Granada, Juan Méndez de Salvatierra, les diese permiso para abrir nuevo convento. Ninguna de las dos noticias llegaba. Finalmente, en enero de 1582, reciben la buena nueva de que tienen casa y deciden ponerse en camino hacia Granada.

Hacen parada en Deifontes, en la conocida Venta del Nacimiento; era el 19 de enero, una tarde muy fría que amenazaba tormenta. Tienen que esperar allí al mensajero de Granada que, al llegar no trae buenas noticias: no tienen permiso del arzobispo y el dueño de la casa, al enterarse que era para las monjas, se ha echado para atrás. Están sin casa y sin permiso arzobispal. Luis de Mercado y su hermana, doña Ana de Peñalosa, deciden albergar a las monjas en su casa-palacio: el conocido hoy como Palacio de Abrantes. Pero el permiso del arzobispo sigue sin concederse.

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Esta tarde noche hubo una muy fuerte tormenta en Granada que lo cambiaría todo. Las nueve monjas y el fraile Juan de la Cruz emprenden camino desde Deifontes hacia Granada. Llegaron en la madrugada del 20 de enero de 1582. En la puerta del palacio de Abrantes esperaba una emocionada Ana de Peñalosa. A las 7 de la mañana el arzobispo había cambiado de opinión y enviaba el permiso para fundar la nueva comunidad conventual. Parece ser que un rayo había caído en la zona trasera de las casas arzobispales, justo donde hoy está la Plaza Alonso Cano, y se lo tomó como una señal del cielo.

Las carmelitas descalzas vivieron durante nueve meses en el palacio de Abrantes hasta que, por fin, pudieron encontrar casa de alquiler que adaptaron con rejas y torno y allí vivieron hasta que, en 1584, con ayuda de San Juan de la Cruz y de las dotes de las jóvenes granadinas que se hicieron carmelitas, pudieron acceder a la compra de las viejas casas del Gran Capitán, donde se instalaron. Cuatrocientos cuarenta años después, aún permanecen en el Convento de San José.

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