Mi nieta y yo, salvadas las distancias, disfrutamos con una misma actividad aunque de modo bien diferente; ella con la práctica presente y yo con el lejano recuerdo mantenido desde mi infancia. No se puede pedir más con la considerable diferencia de fechas de nacimiento.
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Hace dos cursos, en 3º de Primaria, una amiga le habló de los scouts a los que ella ya pertenecía, la llevó por la sede del grupo y no hizo falta más: dos años pletóricos y exultantes de alegría desde entonces por pertenecer a esa pandilla de amigos que la colman de satisfacciones. Por eso, con curiosidad por esta respuesta gozosa tan rápida, quise preguntarle cuáles eran las normas que les enseñaban y que ella observaba como directrices habituales de actuación en estas convivencias como para disfrutar así de estos encuentros y contármelos con tanto desparpajo y regocijo. Sus respuestas, práctica combinación de teoría aprendida y praxis habitual, me iba dejando gratamente satisfecho al punto que pronto cesó mi interrogatorio porque veía que la niña sabía dónde estaba y eran la causa que le hacían mostrar ese estado por encontrarse ahí, de igual modo cuando se trata de una charla como de una actividad de un día o de un campamento de dos heroicas semanas.
Me habló con atractivo desorden, y puede que yo haya perfilado algo, de valores humanos; concretó alguno, la amistad o la responsabilidad; también del disfrute y cuidado de la naturaleza, de los juegos y actividades al aire libre y, tal vez, de más asuntos pero le dije que no siguiera porque tenía suficientemente contestada mi pregunta sobre cómo entiende ella el programa que da razón de ser al escultismo: «Un movimiento infantil y juvenil que busca educar a niños y jóvenes, con base en valores, normas y juegos al aire libre como método de enseñanza no formal que actualmente está presente por todo el mundo. Creado por el general Baden-Powel a principios del siglo XX en Inglaterra, pretende el desarrollo físico, espiritual y mental de los jóvenes para que lleguen a ser buenos ciudadanos».
Yo, por mi parte, vengo conociendo y valorando este añorado mundo desde que tenía la misma edad que ella, pero de modo bien distinto: la lectura en clase de Lengua o de Latín, no recuerdo bien, un poquito cada día por parte del profesor de 2º curso de Latín y Humanidades (bachillerato) en el Seminario Menor de San Cecilio de la plaza de Gracia de 'El Libro de la selva', de Rudyard Kipling, por iniciativa del eminente don Manuel Pérez Martínez, 'di felice memoria'. Desde entonces, Mowgli y su mundo han formado parte también del mío y aquí la desmemoria del presente nada ha podido hacer con la permanencia de estas creencias.
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No quedó ahí la cosa; un compañero, Carmona, y yo hemos hecho memoria, hasta donde hemos podido, de los libros que nos leyó este admirable maestro en los sucesivos cursos académicos en que nos dio clase de diferentes materias y estos son también los que recordamos: 'La ascensión al Everest', 'Hamlet', 'Don Álvaro y la fuerza del sino' y 'Los intereses creados'. Estos cálidos recuerdos me han vuelto a retrotraer a situaciones armoniosas en el clima en que siempre trascurrió nuestra bienhadada infancia y adolescencia en ese internado de Gracia. La vida anterior al Seminario daba paso a la disciplinada de este y pronto empezábamos a sentirnos más a gusto con el esfuerzo y el estudio, la lectura, paseos, deporte, excursiones, naturaleza y compartir con los amigos penas y alegrías. Algo parecido, y no quisiera exagerar, a lo que voy observando en el modo de desenvolverse mi nieta.
El Movimiento Scout nació como una manera de combatir la delincuencia en la Inglaterra de principios del siglo XX, pone su énfasis en las actividades lúdicas con objetivos educativos, en las tareas al aire libre y en el servicio comunitario; estas últimas con el objeto de formar el carácter y enseñar de forma práctica valores humanos, al contrario de la formación académica teórica, por eso el énfasis recae en el ejemplo del scouter o monitor. Toma como base de su sistema educativo el «lobatismo» en el caso de los niños entre 8 y 11 años, ambiente de familia feliz, y el sistema de patrullas, pequeños grupos de amigos, basado en el concepto de pandilla. A su vez, dependiendo del grupo y la asociación correspondiente a cada país, existen unidades mayores de jóvenes Caminantes o Rovers, así como niños más pequeños como Castores, en edades comprendidas entre 6 y 8 años.
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En nuestra lengua se utiliza el término scout o explorador, del que deriva escultismo. El movimiento comenzó siendo solo masculino (Boy Scouts) pero ya hacia 1909 empezó a cobrar importancia la participación femenina. Cada país tiene una o varias organizaciones que, respetando las reglas generales del escultismo vigentes internacionalmente, desarrollan sus propias bases y directrices. Así, existen en numerosos países organizaciones de escultismo de todas las concepciones religiosas. Del mismo modo, en algunos países sus organizaciones scouts, sin definirse expresamente, promueven entre sus miembros el crecimiento espiritual y el cumplimiento de los deberes de sus miembros para con sus respectivas confesiones.
Con actividades periódicas, los scouts son educados sobre aquello que constituye la filosofía de la actividad que propone educar personas libres, responsables, solidarias y comprometidas con la búsqueda del bien común. También desarrollan compromisos en torno a una serie de leyes propias diseñadas para fortalecer la visión que el movimiento conlleva.
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