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Aptitudes, capacidades y formación para el ejercicio de gobierno

Aptitudes, capacidades y formación para el ejercicio de gobierno

Lo más grotesco que puede ocurrirle a una persona es tratar de apropiarse de lo que no es y lo más frecuente de esta realidad se está dando en la clase política

Andrés García Lorca

Domingo, 16 de mayo 2021, 10:54

Es muy usual que, para descalificar a los políticos, se utilice como argumento la escasa o nula cualificación científica que pueda poseer una persona, sobrevalorando estas circunstancias por encima de otras cualificaciones más importantes como, honradez, sentido del servicio, integridad moral, capacidad y entrega al trabajo e inteligencia natural, más conocida como sentido común. Otra cosa es la exigencia a los políticos de una sólida formación que le permita interpretar la realidad como premisa previa para prever un futuro, que es lo que se demanda a un dirigente que busca gobernar a la ciudadanía y gestionar el interés general. La formación puede ser aprendida tras un proceso formativo real y objetivo o bien puede ser empírica, como fruto de una trayectoria de vida, o una síntesis de ambas que es lo ideal.

En el caso de los ministros del actual Gobierno tenemos dos casos sobresalientes, el de Pedro Duque, una persona de cualificada formación técnica como he podido comprobar personalmente. El otro caso, el de Manuel Castells, natural de Hellín aunque profesa de catalán, uno de los científicos más citados de España internacionalmente por sus aportaciones a la sociología de la comunicación y ciertamente es una persona que se manifiesta en el plano teórico como un genio. Ambos son un fracaso, no sé si por absentismo laboral o por desinterés por la cosa pública, pues no se les conoce una aportación significativa a la labor de Gobierno.

Otro caso que genera perplejidad es el de las ministras Yolanda Díaz e Isabel Celaá, que teniendo reconocidas una formación académica suficiente, no solo no la manifiestan, sino lo que es peor, parecen desmentirla con sus declaraciones e intervenciones; Yolanda pone en duda su reconocida suficiencia con disparates académicos, jurídicos y técnicos. Isabel, la burguesita de la margen derecha del Nervión, no solo hace gala de la ausencia de educación, busca ansiosamente el hundimiento de la Educación en general, sea pública o privada, aparte de su reconocida inconsistencia en el trabajo.

Lo más grotesco que puede ocurrirle a una persona es tratar de apropiarse de lo que no es y lo más frecuente de esta realidad se está dando en la clase política, donde muchos de sus actores no les basta con reconocerse en sus facetas personales, que pueden ser positivas, sino que tratan de sublimarlas impostando conocimientos científico-técnicos que no poseen, para hacer creer a los demás una cualificación superior; y esto ya de por sí denota su incapacidad y los descalifica para asumir la representación social, pues evidencian con ello su falta de integridad moral y el desprecio a los ciudadanos.

Para gobernar una sociedad, independientemente de su escala, no se necesitan científicos eminentes, se necesitan personas normales que conozcan la realidad y las necesidades de sus ciudadanos, con capacidad para el diálogo y resolutivos en la gestión; con integridad moral y con la inteligencia suficiente para buscar entre los mejores en conocimiento y experiencia su apoyo para el desarrollo de la acción de gobierno. El éxito de un político está en presentarse como es, si trampas ni cartón y sin adornos de plumas de pavo ajeno.

Lo triste de un gobierno, es que lo conformen oportunistas sin solvencia, charlatanes de mercadillo, analfabetos funcionales, sectarios obnubilados y que los miembros potencialmente válidos se dediquen a sestear en el prado.

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