Un árbol de lenguas en nuestro vocabulario

En el español queda vocabulario antiguo y poco usado, nada menos que 3.200 en acepciones de las 150.000 existentes

josé maría becerra hiraldo

Lunes, 18 de enero 2021, 23:24

La Biblia enseña que en un principio existía un solo idioma con el que los hombres se comunicaban. Esta lengua fue el hebreo, ya que este era el que usaban los descendientes de Abraham, que a su vez era nieto de Sem, hijo de Noé. ... Según la Biblia, la humanidad quedó casi extinta después del diluvio universal, pero gracias al Arca de Noé siete integrantes de su familia sobrevivieron a la catástrofe. Los descendientes de Noé, como únicos seres humanos del planeta, se desplazaron hasta la llanura de Senar (Babilonia), y decidieron construir una torre tan alta que llegara al cielo. El Dios de Noé (Yahveh) al observar la edificación decide que los albañiles hablaran diferentes lenguas y así abandonaran la construcción y se esparcieran por toda la Tierra.

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Estas son las verdades del barquero, la teoría que estudié yo hace cincuenta años, pero después de repasar las muy diversas teorías que han surgido de las universidades americanas desde entonces, una de dos: o me quedo con lo que tenía o admito que no hay ninguna válida. Que se partió de distintos discursos esparcidos por todo el mundo, que nació por onomatopeyas después gramaticalizadas, que en un principio fueron impulsos transformados en sonidos/fonemas, que si la madre tenía que salir por leña y le dijo al niño a cuestas que le tiraba del pelo: «Nene, tate í» (eso hace cien mil años).

Los lingüistas podemos dar fe del indoeuropeo, que se extendió desde la India a occidente. Así lo hizo hasta hace poco Rodríguez Adrados, quien demostró los rasgos orales de una primera lengua indoeuropea a través de las obras literarias griegas y latinas. Acudió a la imagen de un árbol para obtener una taxonomía de las principales lenguas (son seis mil), hoy reflejadas en el vocabulario español.

Del tronco indoeuropeo surgieron las siguientes ramas: lenguas semíticas (hebreo y árabe), lenguas clásicas (griego y latín), lenguas romances (desarrolladas en España, Francia e Italia), lenguas germánicas (inglés, alemán), lenguas eslavas (ruso) y lenguas índicas (caló). Este árbol, por el nuevo continente, echa las ramas amerindias (náhuatl, quechua, taíno, maya, arahuaco, guaraní, mapuche), y más allá la rama polinésica (malayo y tagalo). Fuera de este tronco pero con raíces y savia compartidas, brotan el prerromano y el euskera.

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No sabemos si la rama americana procede directamente del indoeuropeo. Lo que sí es cierto es que en América se dice que los pueblos indígenas pasaron por el estrecho de Bering y bajaron por la costa del Pacífico hasta Chile.

A comienzos del siglo XX, un gaditano, Eduardo Benot, se lanzó al estudio de la arquitectura de las lenguas y avanzó muchas de estas ideas. Ideas recogidas por el académico Rodríguez Adrados a las que dio forma en el CD-ROM de 2005 de la RAE.

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Vayamos a lo cercano y nuestro. En España tenemos tres lenguas romances (español, catalán y gallego), una lengua de origen quizá caucásico, el vasco, y varios dialectos antiguos descendientes del latín: asturleonés, aragonés, mozárabe, judeoespañol (recuerdo algún estudio de Gregorio Salvador), y modernos procedentes del castellano: extremeño, murciano, andaluz, canario y, en América, el español de América.

Las cifras nos pueden dejar un poco fríos. En el español queda vocabulario antiguo y poco usado, nada menos que 3.200 en acepciones (de las 150.000 existentes). Hay 39 términos gallegos y 15 portugueses en el diccionario: 'albariño, chaira, muñeira' son gallegos y 'bandeja' es portugués. Hay 17.000 términos derivados en español: 'bravío' de bravo, 'datilera' de dátil. Hay 1.200 términos árabes, de los que 900 son del árabe hispánico: 'alicate', 'aljama'. En el DLE constan nueve términos de Almería, quince de Jaén y veintitrés de Granada. Me parecen pocos, pero eso es lo que hay; yo perseguí en algún momento el término 'cuerva', sangría, común a las tres provincias, pero me saltó a Murcia y se perdió por Cuenca. Menos mal que reconoce como andaluces 760 términos; del diccionario de Alcalá Venceslada, al que la Academia rindió honores, se pueden sacar muchos más; he llegado al convencimiento del poco arraigo que tienen las palabras al terruño: vuelan, vuelan; quizá de ahí venga el olvido hacia la geolingüística y la afición por la sociolingüística, la lengua de la sociedad. Respecto al euskera, hay que hacer notar que ahora se le llama 'vasco', y no 'vascuence', aunque se mantiene la fonética vasca, como 'txangurro'. Aporta 95 términos al diccionario, algunos de origen latino, como 'agur'. Todo el que vaya al lugar donde nació el castellano habrá visto la influencia del vasco en el origen del español: en los comentarios marginales de la Biblia de Silos en Covarrubias hay palabras vascas mezcladas con las castellanas. Si nos vamos al Nordeste español sus habitantes hablan catalán, mallorquín y una lengua de prestigio social llamada valenciano; nuestro diccionario reconoce la cosecha que nos han legado: 360 términos como 'butifarra' o 'charnego' del catalán, 16 términos del valenciano, como 'paella', y uno del mallorquín 'ensaimada'. Los académicos evitan hablar del español de América y prefieren manejar el concepto de territorios de América que aportan términos al vocabulario español; quiere ello decir que nuestro idioma es de todos los que lo hablan, pero en el caso americano, además, se aportan términos precolombinos; la avalancha ha sido tremenda: de los 1.700 vocablos de antes se ha pasado a 28.000 de ahora. Ellos nos dieron 'chocolate', 'patata' y los árboles del 'plátano' y el 'aguacate', y nosotros respondimos con un vocabulario castellano de más de 40.000 palabras.

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