La cabeza del corazón
Estamos ante gente que prefieren morir en el océano que vivir en la miseria, las epidemias, las guerras, o sea el apocalipsis perfecto, sólo una salida: Europa
Armando Segura
Lunes, 9 de septiembre 2024, 23:19
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Armando Segura
Lunes, 9 de septiembre 2024, 23:19
La migración no cesa. Como un manantial de vida, como un manantial de muerte. Los espectadores contemplan el espectáculo desde un asiento preferente: el mirador acaramelado de la sociedad del bienestar. Lo positivo está en que todos queremos una solución urgente, que resuelva el problema ... en su raíz.
A la hora de decidir, el corazón de aquellos que todavía lo tienen, piensan en la apertura de fronteras, en el acogimiento y en la solidaridad. Los que temen una invasión de razas y culturas distintas con costumbres desconocidas, sienten pánico y optan por la expulsión pura y simple.
Estamos ante gente que prefieren morir en el océano que vivir en la miseria, las epidemias, las guerras, o sea el apocalipsis perfecto, sólo una salida: Europa.
Las migraciones masivas que han hecho historia y que han variado su curso sin posible vuelta atrás, se pueden consultar en cualquier atlas histórico: romanos, bárbaros, normandos, musulmanes, sin contar aquella originaria migración del Homo sapiens desde el sur de África hasta Asia, pasando por Palestina. Los mongoles, los turcos. Todos han sido invadidos y todos han sido invasores.
Hubo momentos felices en que una reacción decidida consiguió detener las mareas humanas, los griegos detuvieron a los persas. Bizancio resistió mal que bien más de mil años a bárbaros y musulmanes. Esta capacidad de resistir el vendaval migratorio, es fruto de una síntesis de espíritu y táctica porque en general los persas eran una masa aplastante y los griegos una minoría. Lo mismo los bizantinos frente a los turcos.
Sabemos lo que podemos hacer por las bravas: nos lo muestra la actitud exterminadora de Israel en Gaza y Cisjordania. Una solución final del problema por la vía de la aniquilación. Un cristiano no puede decir o pensar lo que Trump: «Dejar a Netanyahu acabar su trabajo».
¿Qué cabe hacer ahora?
Las devoluciones masivas no sirven porque los que vinieron volverán indefectiblemente. Nadie espera que expulsando narcotraficantes se resuelva el problema de la droga. Los planes de una estrategia circular que ha tenido éxito en la campaña de la fresa o de los trabajadores marroquíes que tras su trabajo en Europa regresan cada temporada a su país, tampoco es solución por la diferencia esencial entre Marruecos y los países del Sahel en guerra permanente contra el yihadismo.
La gente de Mali, Níger, Senegal viven en la nada y desean no sólo salvarse en Europa sino ser europeos, encontrar un hueco de supervivencia. Europa está encaminándose hacia una política de expulsión sino a algo peor: resolver la migración por el hambre. Nosotros somos incapaces de tomar estos caminos que generarán odio, venganza y un estado permanente de desasosiego. Tenemos el ejemplo en Israel con la lenta, pero eficaz instalación de los judíos que han creado un estado permanente de odio contra los árabes. Una situación única en la historia pues los judíos, en otros tiempos, han colaborado con los árabes, en España, el Magreb y en Oriente Medio.
Hay que evitar el bucle creado de migración, expulsión y vuelta a llegar a nuestras costas.
Hay que racionalizar el corazón mediante planes inteligentes de integración, acogida y educación. Las personas que nos llegan no son la gente más pobre sino aquellos que sus familias pueden pagar su viaje.
En muchos casos gente universitaria y cualificada.
Es necesario sacar partido de este destino inexorable y visualizarlo como Providencia.
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