Una china en el zapato
Estados Unidos empieza a sospechar su declive como potencia hegemónica mundia
Armando Segura
Jueves, 3 de abril 2025, 23:03
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Armando Segura
Jueves, 3 de abril 2025, 23:03
Tras el advenimiento de Donald Trump a la Presidencia, creo que no sólo el Partido Demócrata quedó en shock sino el ancho mundo. A medida ... que pasan los meses, las promesas se consolidan y las consecuencias hacen ver el brusco cambio de ciclo, es posible poner sobre la mesa, algunos mapas de interpretación con toda la prudencia de quien sabe no ser un oráculo sino un limitado observador.
La guerra de Ucrania y el espectro de miedo que atraviesa Europa ha desenfocado las coordenadas del problema global. Estados Unidos empieza a sospechar su declive como potencia hegemónica mundial. La ley del vacío nos dice que, en política, la ausencia de poder es rápidamente cubierta por la potencia inmediatamente posterior. Ésta no es Rusia que en su papel de tercero en el juego político no encuentra muchos ciudadanos con ideales imperiales.
De hecho, tiene que recurrir a los voluntarios chechenos, norcoreanos o del Asia Central. Las deserciones en ambos frentes son evidentes. Por mucha que sea la potencia militar de Moscú, especialmente sus armas nucleares, su capacidad económica de fondo no se puede comparar con ninguna de las economías de Occidente y aún menos con China.
Estrechada por la pinza de Estados Unidos y China, el nacionalismo de Putin quisiera antes del gran choque al que se enfrenta el mundo, tener algún rol importante, alguna baza en la geopolítica mundial. Pero, ahí está China y no sólo China sino el Indo-Pacífico emergente: India, Australia, Singapur.
Si no me equivoco, el conocimiento que los occidentales tenemos de la cosmovisión china, de su filosofía política y de su interpretación del marxismo es por lo menos, deficiente. La visión occidental, hasta ahora, es una visión fragmentada de potencias que se disputan el primer puesto en la clasificación de rugby americano. Su filosofía política ha elegido por gran mayoría, apartarse del modelo demócrata imitado de Francia y resurgiendo el espíritu americano prístino: liberalismo salvaje y darwinismo social.
China no aspira a «ganar una guerra con batallas» sino «a ganar la guerra sin batallas». La continuidad de sus ideas básicas viene de cuatro mil años atrás y defiende la armonía universal. Hasta la guerra de los boxers y luego la del opio, el Imperio pasó a ser dominado por los países occidentales y Japón.
Cuando los intentos de levantarse de la postración fracasaron y los países europeos prefirieron apoyar a la Turquía otomana que a China, ésta se replegó en su antigua convicción de ser el centro del mundo. Un centro cuya filosofía política consiste en la práctica del Yin-Yan, o sea superar los opuestos sin eliminarlos, al contrario del marxismo clásico. Paradójicamente, el darwinismo social de conquista y selección natural, se enfrenta a una filosofía política, mansa y seductora.
Un hombre intuitivo e impulsivo al contemplar en una visión nocturna lo que se le viene encima, ha comenzado a disparar en todas direcciones, para copar los puntos estratégicos, con el ánimo de anexionarse Gaza o Groenlandia, lo que haga falta.
Los países europeos lindantes con Rusia, se estremecen con la proximidad de una invasión. Es lógico. Sin embargo, la cosa es más seria y afecta no a los países bálticos o Polonia, sino al 'mundo mundial'.
La estrategia americana en esa expectativa de adelantarse preventivamente a la tela de araña de Pekín es muy capaz de desencadenar lo que, ahora mismo, nadie espera.
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