Todos los pueblos y culturas han querido anticiparse a los acontecimientos. Los adivinos y profetas han estado siempre en la nómina de reyes y dictadores. ... Su capacidad procede no de los dioses sino de la naturaleza humana, que, dotada de memoria, tiende por su propia estructura a recordar y a anticipar el futuro.

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Hanna Arend, pensadora judía no sionista, cerraba la Edad Moderna en el momento de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. En esos bombardeos, la humanidad se demostró a sí misma que era capaz de autodestruirse.

La Ilustración predicó la paz perpetua y fraguó la revolución permanente que, a través de la revolución industrial, fabricó todo lo que quiso convirtiendo a sus productos en condiciones de sí mismos, hasta el extremo de que sus productos se convirtieron en sus productores.

El liberalismo se abocó a crear un mundo alternativo, al natural y ese mundo inhumano y antihumano es tan poderoso que los automatismos llevan al sometimiento del hombre a la máquina.

Vivimos momentos de emergencia en donde las máquinas, la IA y la guerra son los personajes de un escenario que se presenta atroz.

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Ningún ser humano, hoy ni nunca, ha controlado todos los acontecimientos ni naturales ni humanos.

Los Servicios de Inteligencia almacenan información significativa y esto se ha hecho siempre. Ahora tanto la cantidad de información como su interpretación, ha tomado un tamaño desmesurado.

Por extrapolación, es fácil imaginar lo que podremos anticipar y prever cuando la información, venga dotada de tecnología capaz de almacenar toda la información, interpretarla y servirla con la salsa o sesgo de los 'chef' que dirigen el cotarro.

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Pues en los bordes del infierno terrestre, ya tenemos en marcha la IA, los superordenadores cuánticos y el lenguaje digital.

Hanna Arend advertía allá por los 60, que un rasgo de la muerte del hombre era la desaparición del discurso que sería sustituido por el lenguaje digital. Todo esto ya está sucediendo.

También el trabajo que perfecciona al hombre y a la vez lo condiciona, va progresivamente desplazando al individuo humano.

No creamos que la tecnología es tan inmisericorde que deja a los hombres desamparados. Necesita que estén entretenidos, por todo lo alto. La máquina abandona a la humanidad, a las tetas de sus placeres, altamente sofisticados. Sin el sudor del trabajo, sin la 'pesantez' de la familia, al hombre sólo le queda gozar mientras su 'hardware' aguante.

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La droga, cada vez más mortal, por más sofisticada que sea, el sexo o el alcohol, las drogas de siempre, los viajes de turismo sexual a Tailandia, las navegaciones a la estratosfera.

Por la misma época Marcuse abundaba en el vínculo del eros con la muerte y Foucault trocaba la lucha de clases por la lucha de sexos.

Entretenimientos para los que están cansados de este mundo, quieren sustituir el cielo por el firmamento. Pues éste se toca, pero el cielo de verdad, se piensa. Cuántos predicen, cuántos adivinan y cuántos actúan por impulsos, antes de pensar.

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La IA como recurso tecnológico para evitar la guerra, pero ¿Es posible que una súper máquina que trabaja por estadística y a grandes velocidades de computación pueda prever y evitar la guerra?

La guerra es un fenómeno muy simple que apareció en el Paleolítico superior: La guerra, en esencia, es acogotar al prójimo con garrotes, hachas y en tiempos succionarle la médula. En puridad, la guerra es un 'quitar de en medio al prójimo'.

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