Uno puede dejarse arrastrar o ser arrastrado por pasiones, amores y deseos irrefrenables, como ocurre con ese nutrido grupo de hombres y mujeres que se dejan arrastrar por la batuta de Miguel Sánchez Ruzafa, gracias a los cuales Granada tiene una temporada estable de zarzuela, ... que el próximo fin de semana podremos disfrutar una vez más en el teatro Isabel la Católica. Cantantes solistas, coros y orquesta, junto al entusiasmado director, vuelven a poner en el mapa de la música nuestra ciudad, en una parcela, esta, la del género chico, que es envidiada por otras provincias. Esa labor tendrá que ser reconocida algún día, y valorada en toda su dimensión, pues no es fácil encontrar a gente desinteresada y vocacional, que se deje arrastrar por proyectos altruistas, permitiendo que una parcela de la cultura musical como la zarzuela, no haya desparecido de Granada, como sí lo ha hecho de ciudades renombradas.
Han elegido para esta ocasión un sainete lírico, en una acto y tres cuadros, en verso, dedicado por sus autores José Jackson Veyán y José López Silva, a Don Francisco Romero, el espléndido empresario de la Plaza de Toros de Carabanchel de Abajo, con música del maestro Federico Chueca, estrenado el 27 de mayo de 1899 en el Teatro Apolo de Madrid. Como parte de la acción se desarrolla a las puertas de la plaza de toros carabanchelera, sobre todo por la que salían los toros arrastrados por las mulillas tras su lidia, de ahí, el título de 'Los arrastraos'.
En el patio de una casa de vecindad de los barrios bajos de Madrid, que son casi un pueblo, hacen su presentación los personajes todos ellos más o menos conocidos: un sastre, su feroz consorte y su hija gentil y enamorada; un tabernero aragonés, novio de ésta; una chula de rumbo; un golfo, ex amante de la anterior y un rico carbonero gallego, aspirante a marido de la misma; un novillero, su cónyuge y su cuadrilla… de un solo peón; un empleado íntimo y su consorte, y el consabido coro de vecinos y vecinas con el correspondiente piano de manubrio para amenizar la vida de aquella colmena, donde los zánganos abundan más que las abejas. Y por la carretera adelante, haciendo el alto en el ventorrillo van todos a Carabanchel un día de novillada, donde en la puerta de los arrastraos se desenlaza la acción, se arreglan las diferencias y se conciertan las bodas a gustos de todos.
Una vez más, el Madrid castizo de la época, cumple en el escenario con la demanda de un público exigente, que en torno a esta obra se muestra, si no defraudado, sí esperanzado en que los autores, que ya han demostrado sobradamente su valía, pudieran haber redondeado la obra, que incide en los estereotipos castizos de chulapos y golfos, aunque esto no le merme mérito, pero tal vez sí novedad argumental. Un asunto este del que se hace eco la crítica del momento, y los tres autores recogen el guante, hasta tal punto que, el 23 de febrero de 1901, Jackson Veyán, López Silva y Chueca estrenaban en el Teatro Eslava de Madrid 'El capote de paseo', refundición de 'Los arrastraos'. Un hecho que les valió la reconciliación con su fiel público, como el granadino, que una vez más llenará el Isabel la Católica, para reconocer a todos los que se ponen bajo la batuta de Ruzafa, que esta es una ciudad agradecida, con quienes lo dan todo por amor al arte, y en este caso… a la música.
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