Arrebato y símbolos
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Les hablo de los símbolos, algo muy loable cuando sirven para armonizarEstamos enarbolando y agitando cada vez más las entelequias, que no es malo si nos referimos a ideales o a la sustancia que representa consensuados aspectos transversales de nuestra existencia. Pero no es tan bueno cuando las envolvemos en un vehemente sahumerio de ficción. Les ... hablo de los símbolos, algo muy loable cuando sirven para armonizar. Unos símbolos que si desde siempre han sido objeto de confiscación y de manipulación maniquea, hoy ese arrebato se ha vuelto más febril en algunos sectores sociales y políticos. El término símbolo tiene su origen más cercano en el latín y es la representación perceptible de una idea, con rasgos unidos por una convención socialmente aceptada. En definitiva el símbolo es un signo que establece una relación de identidad con una realidad, generalmente abstracta, a la que evoca o representa. Los grupos sociales de todo tipo usan símbolos: escudos deportivos, distintivos de partidos políticos, el emblema de una universidad, los signos religiosos, monedas, monumentos, personajes, episodios históricos... A veces el símbolo evoca una realidad que trasciende al objeto simbolizado: el olivo es el símbolo de la paz. El hombre utilizó los símbolos antes que la palabra para comunicarse, además son un idioma más universal. Para la humanidad del siglo XXI los símbolos siguen siendo tan poderosos como al principio de los tiempos, cuando el hombre ni siquiera tenía la convicción de vivir en un planeta dependiente del sol y tenía que guiarse por las estaciones, o el día y la noche, para intentar ordenar su existencia.
Como Reino de España asumimos unos símbolos que representan la percepción mayoritaria que los españoles tenemos sobre nuestro país. Pero como digo al principio, vivimos tiempos ofuscados y radicalizados, en los que unos empuñan los símbolos con fines muy concretos y parciales, decidiendo que otros no están en esa realidad fragmentaria, difusa, la suya, situándolos como enemigos de su verdad «absoluta»; alimentando el enfrentamiento bipolar de los buenos y virtuosos contra los villanos, en un bucle ancestral bipolar y tantas veces cainita. Los símbolos tienen un lugar esencial en la cimentación de las naciones; no solo representan valores comunes y sirven para reconocer a los diferentes Estados, y permiten identificarse a sus miembros. Los símbolos impulsan las emociones e inducen a los afanes ligados a la colectividad, como es el caso de la política. No cabe duda que el himno y la bandera sobresalen como símbolos por antonomasia. Basta observar como los independentistas catalanes blanden la estelada, que añade a las cuatro barras de la bandera oficial catalana un triángulo con una estrella de cinco puntas. El diseño está inspirado por la bandera de Cuba y Puerto Rico, colonias que España pierde 1898 en la guerra hispano-estadounidense, admirando los precursores del independentismo catalán su lucha por la independencia.
En contraposición a esa fracción independentista surge una marcada agitación de la bandera española. Salvo cuando la selección española de fútbol ganó el mundial de Sudáfrica, en 2010 y las eurocopas de 2008 y 2012, nunca antes en los últimos tiempos se habían visto las calles y los balcones de muchos lugares de España con tantas banderas rojas y amarillas. Pero el problema es que esa bandera de España, ese impulso por sacar a relucir los grandes valores que representa en cuanto a nuestro ser medular común, es arrebatada por unos concretos grupos políticos y la esgrimen como instrumento populista, con un mensaje aguzado y frentista; como algo superior a la propia sociedad que representa, se vuelve objeto de culto, confundiendo deseos con realidades. Esos que la cogen como una posesión exclusivamente suya piensan que quien se apropia del emblema cree apropiarse de la razón. Bien es cierto que unos, la derecha se siente cómoda agitando la bandera española, que durante buena parte de la historia reciente ha ido asociada a una idea concreta de España, monolítica, la que se siente heredera de esa España «por el imperio hacia Dios», y además se ha usado en las manifestaciones contra el aborto, o contra el matrimonio igualitario, por ejemplo. Por el contrario los sectores de izquierdas, por antagonismo, no han estado acostumbrados a utilizar corrientemente la bandera española, y no han hecho grandes esfuerzos por corregirlo. Y ahora en estos tiempos de verdades alternativas es difícil ponderar el patio. Pero se debería de una vez por todas dejar de utilizarla como arma arrojadiza contra los demás.
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