Autocrítica progresista
Huesos de aceituna ·
La reflexión ha de ser transversal y debe llegar hasta las más altas instanciasJosé Luis González
Jaén
Sábado, 8 de mayo 2021, 00:54
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Huesos de aceituna ·
La reflexión ha de ser transversal y debe llegar hasta las más altas instanciasJosé Luis González
Jaén
Sábado, 8 de mayo 2021, 00:54
Es urgente que la izquierda patria haga autocrítica de su acción política. Toda la izquierda. Porque, aunque Más Madrid o Más País –según alejemos el zoom– haya mejorado ostensiblemente sus resultados en las Elecciones a la Asamblea de Madrid, lo ha hecho sobre las cenizas ... del resto de los partidos progresistas. Hay que subrayar que el PP de Ayuso ha obtenido un número considerable de votos del tradicional caladero socialista, lo cual, además de un punto inverosímil, ha de tener alguna explicación lógica que es necesario encontrar a toda costa.
Porque en este proceso electoral siquiera es posible achacar el mal resultado del conjunto de la izquierda a la baja participación. Esta fue tan elevada que resultó histórica, con ese 76,25% que no por esperado resulta menos sorprendente para una jornada laboral. Además, Ayuso venció en feudos tan adversos tradicionalmente para la derecha como Vallecas, Carabanchel, Usera o Villaverde. Es decir, se desplomó la tormenta perfecta sobre las cabezas del PSOE, Unidas Podemos y, en menor medida. Más Madrid. Y así lo observaron los líderes de estas tres formaciones, sobre todo Ángel Gabilondo y Pablo Iglesias. Ambos, dimitiendo de todos los cargos en sus respectivas formaciones.
Aquí quiero detenerme un momento. El líder en retirada de Unidas Podemos, que como ya saben no es santo de mi devoción, ha sufrido los últimos meses un acoso más digno de una democracia bananera que de este país europeo, del que presumimos en exceso a juzgar por nuestros últimos merecimientos. Incluso gentes cuyo aspecto físico es más bien repelente se han atrevido a descalificar su look capilar, como si lucir una coleta fuera más indigno que apelmazar a diario la melena con un kilo de gomina o teñírsela de negro zaino un día sí y otro no. Fíjense que, además de los insultos y los desprecios a micrófono abierto vertidos por voceros cantamañanas y representantes de distintos partidos políticos, su figura ha sido salvajemente vilipendiada en las redes sociales, y su casa ha sido objeto de un continuado y pestilente asedio por parte de grupos organizados de la extrema derecha. Debemos subrayar que Pablo Iglesias es padre de tres niños pequeños que –parece mentira que haya que recordarlo–, como todos los menores, son sujetos de la mayor protección social. Pero ya no está, quédense tranquilos y busquen un nuevo chivo expiatorio. No dudo que lo harán.
Y volviendo a lo que iba, no basta con las dimisiones de este o aquel, de Gabilondo, de Iglesias, de José Manuel Franco… La reflexión ha de ser transversal y debe llegar hasta las más altas instancias. Porque esta campaña electoral madrileña ha sido un auténtico desastre especialmente para los socialistas y, curiosamente, el que menos culpa ha tenido ha sido precisamente su candidato, Ángel Gabilondo. Ha sido muy evidente que, desde la Moncloa, se ha conducido desde primera hora de manera muy errática. Ahora pretendo subir impuestos y luego lo niego; ahora quiero ir de la mano de Cs y luego de Unidas Podemos y Más Madrid; ahora soy soso pero formal y luego soy un fervoroso antifascista. Todo menos ceñirse a su bonhomía personal, a su identidad como humanista y defensor a ultranza del Estado Social, primando la protección de la población más desfavorecida, así como el desarrollo de la sanidad, la educación y la cultura. Y lo peor es que lo ocurrido en la Comunidad de Madrid no es nuevo. Llueve sobre mojado. Ya ocurrió aquí en nuestra tierra, en Andalucía. Susana Díaz olvidó lastimosamente –y lo pagó caro– valores del Partido Socialista que deberían estar marcados a fuego. Su gobierno, por mor de los acuerdos con Cs, dejó en los huesos nuestro sistema tributario, iniciando el desmantelamiento del Impuesto de Sucesiones y Donaciones que, salvo rarísimas excepciones, tan solo pagaban los grandes patrimonios transmitidos gratuitamente inter vivos o mortis causa. Y también, como no podría ser de otro modo con menores ingresos, tuvo una seria responsabilidad en la degradación de nuestros servicios públicos esenciales, clarísimamente bajo mínimos.
Con lo que está muy claro que la izquierda ha de volver la vista a sus valores y mandar a paseo a los ideólogos desideologizados, valga la redundancia. Llámense, por ejemplo, Iván Redondo. Y en ese sentido, buscar los candidatos adecuados para los distintos procesos electorales. Entre los que, por supuesto, no creo que esté Susana Díaz… ni quizás Juan Espadas. ¿Hay vida fuera de Sevilla?
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