![La 'bajandí' granatensis](https://s3.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/202204/23/media/guitarrista.jpg)
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Correteaba yo por casa escuchando a mi padre hablar de Don Ramón Montoya, y yo pensé que se trataba de un médico, porque en aquellos años solo se le ponía el don por delante a los galenos, pero me explicó que se trataba de un ... gran guitarrista, que allá por 1922, tuvo una actuación estelar en el Primer Concurso de Cante Jondo, y de aquella manera, me fue gustando el instrumento, al que mis amigos gitanos llamaban, 'bajandí' o 'sonanta'.
El caso fue que di tanto la lata, que a los ocho años, harto de oírme mi progenitor, me compró una valenciana, que era a lo máximo que podía acceder, teniendo en cuenta nuestra precariedad dineraria. Las primeras clases me las dio 'Papa Manuel' (Manuel López), excelente guitarrista y violinista de la orquesta del Teatro Cervantes, en su albaycinera casa de la Cruz de Quirós, para las que también me tuvieron que agenciar el famoso Método Eslava.
He de reconocer que, pasado un tiempo, el mayor éxito que tuve con la guitarra, fue cuando decidí colgarla de una alcayata en mi dormitorio, y mi familia pudo descansar de aquellas tardes de ensayos, que para ser llevaderas, transcurrían entre varias rondas de tila caliente, a las que se apuntaban algunos vecinos colindantes.
Pero esto me permitió conocer a gente maravillosa, entre los que recuerdo al maestro Adrián, primer profesor con el tiempo de Miguel Ochando. José Recuerda, bandurrista del 'Trío Albéniz' y el 'Cuarteto Iberia', al que su hijo del mismo nombre acompañaba a la guitarra, y a tantos profesionales de ambos instrumentos, que cada noche en las cuevas del Sacromonte, impartían su extraordinario magisterio en la zambra, poniendo a Granada en la primera fila interpretativa de los instrumentos de cuerda.
De las satisfacciones que uno se lleva en la vida, recuerdo varias como cuando estreché por primera vez la mano de, Miguel 'El Santo'. Cada seis de enero, la Peña de la Platería, llevaba una embajada flamenca al asilo de la hermanitas de los pobres, para distraer con los artistas locales a los mayores residentes. A mí me tocó
–junto con otros compañeros de la radio– presentar varias ediciones de estos festivales altruistas, y la tarde que me presentaron a Miguel 'El Santo' fue una de esas imborrables. Él era desde hacía tiempo un interno de la asociación, pero cuando llegaba el día de Reyes y con él, los flamencos de La Platería, sacaba su vieja guitarra del estuche y formaba parte del elenco como un artista más.
No podía creerme que le estaba estrechando la mano al que durante tantos años, había sido, junto con 'El Tuerto', el guitarrista asiduo de Frasquito Yerbagüena. Su apodo artístico de 'El Santo', se lo puso Frasquito porque durante las horas que durara la actuación o la fiesta donde estuvieran, Miguel no pronunciaba palabra, se limitaba a poner la mejilla sobre la primera curva de la guitarra, y así le podían dar las claras del día, que no piaba. Tal era el caso, que en más de una ocasión le preguntaron a Frasquito por qué lo acompañaba siempre un hombre tan soso que no abría la boca en toda la noche, a lo que el cantaor contestaba de manera inapelable: Siempre lo traigo conmigo porque… sabe escuchar.
La cantera que ha significado la Zambra del Sacromonte para la guitarra flamenca requiere de una enciclopedia imposible de albergar en esta página, pero no me resisto, al menos, a reseñar solo algunos a los que he tenido la fortuna de conocer, para que no parezca que estoy pasando lista. Miguel Cortés y Juan Maya Marote fueron de los primeros que descubrí, junto a la saga de los Habichuela.
En mis noches del Rey Chico disfruté mucho escuchando a 'El Chispitas', con la voz enorme de la Carmela y volviendo al camino, los dos niños de 'Miguelone', tanto Paco como Miguel Ángel Cortés, a los que he presentado en festivales cuando aún llevaban pantalón corto. Coetáneo de ellos, José Carlos Zárate, ampliando su hacer a lo clásico, y así podría seguir páginas y páginas.
Figura imprescindible en la evolución de la guitarra flamenca es Manuel Cano, que llegó a ser el primer catedrático de guitarra flamenca de todos los tiempos, metiendo por la puerta grande al instrumento en su versión flamenca en un conservatorio.
La lástima fue que no pudo ser en el de Granada, por aquello de las categorías educativas, y se nos fue hasta Córdoba, pero la pica en Flandes la puso el granadino, que vio la continuidad del instrumento en su hijo. Cano fue un pilar importante en aquellos años en que, junto al Festival Internacional de Música y Danza y los Cursos Manuel de Falla, se pusieron en marcha dos acontecimientos extraordinarios, de repercusión mundial desde Granada: los Concursos de interpretación y composición de guitarra, que tuvieron como jurados al propio Cano, Andrés Segovia, Regino Sainz de la Maza y Narciso Yepes, que desgraciadamente no tuvieron continuidad en el tiempo, pero que dejaron una semilla muy rica que, con los años, ha conseguido germinar y florecer en La Herradura.
En los años en que estos acontecimientos se vivían en el Auditorio Manuel de Falla, triunfaba por el mundo como concertista y acompañamiento mi inolvidable Vicente 'El Granaíno', un niño ciego de Plaza Nueva, que acompañó a los más grandes, y que antes de morir dejó un disco para la historia en el que él solo interpreta una docena de temas, tocando hasta diez instrumentos distintos. En fin, son cosillas que solo pasan en Granada. Qué le vamos a hacer.
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