BB

Claro que es más fácil que se implante como icono en la sociedad una actriz exuberante que un bigotudo escritor ¡dónde va a parar! Máxime cuando la actriz es además un símbolo sexual de primer orden que hasta cantaba y todo (con menos voz que un gato estrangulado, dicho sea de paso, pero mucho erotismo). Además, una vez crecidita, empezó a preocuparse por los derechos de los animales y a salvar focas con bastante empuje, y eso da mucho crédito a cualquier vieja gloria.

Pero en fin, que reconociendo el mérito de doña Brígida para ser reconocida con tan sólo mencionar sus iniciales, BB, a mí siempre me da por cuestionar los famoseos y reivindicar el reconocimiento para distintos personajes que bien merecerían páginas, fotografías, ensayos y reconocimientos que otros consiguen con más facilidad.

Seguro que media humanidad estará en desacuerdo conmigo y a otra media le importa un pito lo que pueda pensar, pero la abogacía de causas pobres es un oficio que siempre me interesó sobremanera y no voy a renunciar ahora. Menos todavía cuando el concepto de famoso ha adquirido tintes de mediocridad y vulgaridad alarmantes; fijaos sin ir más lejos en «la princesa del pueblo» española, los participantes de programas asquerosos con millones de espectadores, los toreros más reconocidos por sus amoríos que por sus verónicas y los futbolistas que acaparan páginas y minutos televisivos no ya por meter goles sino por padecer un simple catarro.

Estaría bien que unos y otros compartieran similares espacios de atención. No negaré el derecho a disfrutar de los que se entretienen con deportistas casi siempre de fútbol, cotilleos televisivos infumables y noticias del corazón (que son esas que exactamente revuelven las tripas). Que hagan lo que quieran, pero para aquellos que aspiran a otros asuntos, les voy a proponer que cambien su BB erótico y cineasta por el otro que mencionaba: el BB de Bitter Bierce, de Ambrose Bierce que fue un tipo tan extraordinario como para nacer en una cabaña perdida de Ohio y morir también de forma desconocida en medio de la revolución mexicana, allá por donde Pancho Villa, tras haber escrito a un amigo: «Ser un gringo en México. ¡Ah, eso sí es eutanasia!».

Un escritor que en su increíble y recomendable libro 'El diccionario del Diablo' fue capaz de definir «político» como «anguila que mora en el lodo sobre el que se erige la superestructura de la sociedad organizada»; o «amor» como «locura que se comete al tener demasiada buena opinión de otro antes de saber nada de uno mismo». Y así otro montón de definiciones que bien merecen que junto a Brigitte Bardot, conozcamos también como BB a Bitter Bierce.