Calor
Parece que ahora el uso del aire acondicionado expresa una forma ideológica de estar en el mundo
manuel vilas
Martes, 9 de agosto 2022, 23:05
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manuel vilas
Martes, 9 de agosto 2022, 23:05
Estoy de viaje por Estados Unidos y de repente me acuerdo de la nueva medida del Gobierno de Pedro Sánchez de prohibir el uso del aire acondicionado por debajo de los 27 grados en verano y la calefacción por encima de los 19 grados en ... invierno. Me acuerdo de dicha medida porque parece que Estados Unidos sean las antípodas de España. Aquí tienen, en este justo momento en que abro la puerta de un bar con el ánimo de comerme una hamburguesa, el aire acondicionado a 19 grados. El impacto es terrible. Estoy en Boston, en el Estado de Massachussets. Fuera, en la calle, hay 34 grados. Dentro, en el bar, 19 grados. Parece que el uso del aire acondicionado ahora expresa una forma ideológica de estar en el mundo. Tienes que llevarte un jersey para entrar en los museos, en los restaurantes, en las tiendas. Nos alojamos en un hotel en donde el aire acondicionado funciona de oficio. No puedes apagarlo aunque quieras, como si los dueños de esta cadena hotelera pensaran que ningún ciudadano, en su sano juicio, querría apagar jamás el aire acondicionado. Total, que tenemos que estar en la habitación con una chaqueta y dormir con un edredón.
Aquí, en Estados Unidos, la electricidad es barata y la derrochan. En España es carísima y nos la controlan. Digo yo que podría haber un punto medio. Por ejemplo, prohibir el aire acondicionado por debajo de los 25 grados en España y por debajo de los 21 en Estados Unidos. Dos grados de aportación de cada país al bienestar planetario. Fueron los americanos quienes comenzaron la carrera imparable del uso de las refrigeraciones, y lo hicieron hace cien años, en la década de los veinte del siglo pasado. La razón no era estar más fresco y cómodo en verano. No, eso es no conocer Estados Unidos. La razón era no tener excusas de ningún tipo para dejar de trabajar en verano. Era como decirle a la naturaleza que daba igual que se pusiera a 40 grados en verano o 40 bajo cero en invierno. Era domar a la naturaleza y seguir trabajando con calor y con frío. Los autónomos españoles, que no tienen vacaciones nunca, saben muy bien que en agosto no hay descanso para ellos. Ya lo dijo Nietzsche en su célebre sentencia: «El calor es enemigo de la civilización».
Me acuerdo ahora del Seat 600 de mi padre, cuyo aire acondicionado era la ventanilla abierta. Antes el calor era una fuerza natural del verano. Ahora el calor es hijo del cambio climático. El de ahora no es aquel calor de todos los veranos, el que convertía la vida en una fiesta nocturna. El de ahora es el infierno.
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